9/02/2014

También podemos inventarle al paisaje forma de vaca.
















Día Nacional

Solo conectarse por medio de un vello en el escroto
a una máquina de sueños para ganar todas las partidas
de bridge en un crucero resulta más idiota
que reconocerse peruano. Prefiero entretenerme
observando a las hormigas ejercer su identidad
local en sus palacios de troncos donde el tiempo es una rama
de bonsái e intuir que las ballenas pierden su ser
patrio apenas retoman su ruta ártica. A veces,
como soy miraflorino, me ocurre ver el mar del distrito e imaginarlo
inconmesurable, como si estuviera en ácido; pero 
ni en marcha reversa lo llevo a bañar los glaciares andinos
ni lo cuelgo en los enormes árboles de la selva,
hiriéndolos con una angustia horizontal. La 
más redonda de sus togas no aglomera
todas las nevadas de altura, menos contiene los augurios
de la red de chirridos amazónicos. Sería
confundir la parte con el todo. Y ciertamente
el Perú es un todo, con muchedumbre de pisos
ecológicos que soportan el dolor de un número
todavía mayor de brazos y piernas. Rember es uno,
yo otro, el heladero que convoca a los niños todavía
otro más y a los tres un viento segregacionista nos podría insultar:
"sal del césped!, "blacón", "cusqueño que turba la siesta
de Lima con su bocina para vender helados". Decirnos
que solo muertos, en fichas, somos los tres todos el todo peruano.




Ellos, los de los acuíferos

Por qué conservar un agujero con agua si se trata del elemento más popular,
y longitudinal como es, prolonga
nuestro sueño más aburrido hasta el más incierto risco,
donde ya puede pertenecerle a otro.
Por qué rodearlo de totoras y vacas
si el sol, tan parsimonioso y apacible,
se mueve con mayor velocidad que ambas,
tallas contemplativas.
Nosotros lo hacemos de otro modo, y con letras.
por qué no hacerlo como nosotros, si
también podemos firmar por ellos
y sonamos más fuerte que aparatos
y mientras aceleramos extendemos una bahía notarial.
Somos placenteros. Somos 
explícitos. Teniendo
placeres que riegan
los cuatro puntos cardinales con aspersores,
no hay lugar de nosotros que no pueda
tocarse ni verdor que no cubramos
con nuestra dulzura dinámica
y nuestros inventos. También
podemos inventarle al paisaje forma de vaca.
Por qué preguntarse para qué.




Los operarios

Él me dijo: quisiera ser un alien. Yo le dije:
quisiera ser un hombre. Urdamos 
un plan secreto, un tendido
eléctrico. Ahora
está visto que el koala, trepado en la copa
del eucalipto, santo asexuado en el aire,
no encuentra razones de felicidad
para estar en tierra; desde
la altura ve que la mayor generosidad de los mejores
de nosotros es no arrojar basura a la calle.
Nuestros trabajo de electricistas
se producirá así bajo la superficie. Mientras duermen o fuman yerba,
y la voluntad es todavía acordes circulatorios, les
será adherido el cátodo
de la reconciliación. Nadie
habrá de ser excluido. Ninguno
quedará sin descubrir la línea
ecuatorial que transporta su soledad a la comunidad de los átomos.
Tal vez, después que terminemos,
todo esté por empezar.
Un orificio de ballena en el cráneo
para que reine el chorro de  una facultad descubierta.






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