9/02/2014

Ahora que es política de Estado amar a los perros
















Las nubes permanecerán limpias

No para las futuras generaciones
sino alrededor de mi cuerpo
he construido, sin ser vidriero,
un cubículo transparente.
Mis cadenas asociativas,
que las tengo, dibujan 
adentro una deidad de dolor.
Lento blablablá inaudible
tallado en hueso que me hace
compañía y después llama
a la manada de humanos.
Pueden venir los reporteros,
pueden venir los artistas visuales,
sus egos en bolsas plásticas,
con la doble ganga de que una imagen
de devastación sea a un tiempo
una escultura efímera.
Yo estoy adentro, vuelto un plano,
es decir afuera de lo que yo mismo
pueda representarme, como
si llevara un pendiente 
sin oreja. Tengo una estrofa,
tengo un peine; lo que no veo,
pegado al vidrio, es un peinado
que además sea un hombre,
posea una canción.




Estampas costumbristas

Con un reloj a prueba de agua como todo
arsenal de defensa,  no puedo
hacer frente a tan desmesurada obra. El sol
habla en lenguas muertas, los jóvenes tocando
el amor en sus iPads también forman aureolas calcinantes, el fósil
ha existido, ha brillado: y mi sensación
es la de estar dentro de un hongo de fuego
que asimismo es una tabla de multiplicar. Y casi
he olvidado mi misión
sin desconocer que se relaciona de algún modo
con usar el fervor como acupuntura. Fascinado
por cómo se parece la vida prometida
a un infortunio, descuido insistir. Cada
gesto busca realizar su película biográfica
con tal que lo que finaliza en depravación empiece
con la escena de  un embarcadero. Y estoy
recordando: mi tarea se asemejaba
a la de un carguero, estar en apuro siempre,
colmado de materiales distintos. Rumbo
al mismo menú vegetariano, mi fracaso vence mis hombros
con la delicadeza de un don inoportuno. Me 
consuelo imaginándome a la deriva
aguas adentro donde el vacío no se discierne
de la fecundidad y la tersura y la intriga prosiguen,
para ampollarnos los brazos de nuevo.




La manufactura de una pieza de carey

Con el romance de nuestras obsesiones
podríamos construir una historia
de los cibernautas, y poco más. Y aun
así pediríamos dividendos. Por mucho
menos los delfines obsequian una
función de saltos, antes de que bajo
la psicosis de lo diáfano el mar cese
de ser creíble. Como ellos, yo vengo de rama
en rama, debiéndolo todo al deseo de 
performar en grupo. ¿Me darás a cambio un cuerpo,
que sea al mismo tiempo un cuerpo social?

Dejo un consejo entre las cajas. Ahora
que es política de Estado amar a los perros,
por qué no se abrazan al busto de una liebre
y lloran y lloran lo posible que no fue. Así
es, así fue. Nuestra performance nunca
fue, y llora una guirnalda de árboles.







No hay comentarios: