1/09/2014

El hundimento del Titanic













CANTO XXIII

¡Contradicciones!, gritó. ¡Discrepancias, dudas!
El número de bajas, por ejemplo: ¿1635?
¡1715? ¡1490? Se había abierto paso hasta el frente,
y había tomado el micrófono para formular su pregunta:
Señoras y señores, distinguido públi9co, ¿dónde colocaremos
nuestra fe? Se trataba de un poeta musculoso,
que, empujando a un lado a los demás, poetas también
más o menos, gritó: ¡Oh, empirismo! ¡Estoy perdiendo
la razón! ¡Eterna discordia de los expertos!
¡Ay de los especialistas! ¡Bibliógrafos, qué lástima me das,
se hundirán también, pero nadie se dignará en hacerles objeto de estudio!
¡Y se hundirán sin gloria, amén! Tonterías, fritó otro
del grupo. Créanme, gritó y tiró del cable hasta
que su colega soltó el crófono: Todos ellos sólo creían
lo que al día siguiente leyeron en los periódicos; después, nadie,
ni siquiera testigos y víctimas, creían
lo que vieron sus ojos, y, de acuerdo con ellos,
decimos: Debe de haber sido como en el cine.
Luego ocupó el estrado un colectivo de poetas,
cogidos de los brazos, gesticulando y coreando a u na voz:
Bienvenidos sean, rumores, bienvenidas leyendas
y hasta mentiras, mientras más locas mejor. Silencio
en la sala. Un apalauso para Edward J. Smith,
nuestro capitán de barba blanca, treinta y ocho años de servicio,
quien, desoyendo los radiomensajes,
corrompido por codiciosos armadores y ávdio
de implatar récords, se abalanzó a toda velocidad
contra el iceberg. Ahora, antes de colocarse
el cañón del revólver en la boca, grita: "Be British."
¡Bravo! Después de todo, ¿qué clase de poeta es aquel
que no es capaz de tragarse la sopa salada,
lamer las gotas que se derraman de la sala de claderas,
que no sienta en los mismos huesos el sudor frío del pánico,
la viscosa llovizna de la historia?
En verdad, en verdad os digo: SIlencio en la sala.
¡Tres vivas a la Condesa Rothes en camisón de noce,
bruja, sufragista, lesbiana depravada,
que se adueña de un bote salvavidas
y proclama el matriarcado! ¡Vivas a los oficiales
que se tambalean borrachos por la pasarela, disparando
sus armas contra la chusma del entre puente: judíos,
camelleros y polacos! ¡Debemos darle una lección!
Un tropel de fogoneros con caras tiznadas es obligado
a regresar al fondo de la sala de máquinas
donde el agua negra ya alcanza la rodilla,
mientras a menos de cuatro millas de allí,
recostado en la baranda
de su podrido barcucho, con los motores parados,
el capitán Lord manda retirarse al telegrafista
para poder disfrutar a solas de las señales
de auxilio y de los gritos de los ahogados,
sin ningún mensaje le moleste.
¡Viva, mis queridos amigos! Siempre hay alguien que se limita a mirar impasiblemente
para formarse una opinión equilibrada con ese conocido 
gesto de la comisura de los labios.
Los poetas bramaban, exigían, concedían:
un grupo totalmente descontrolado.
¡Detenerlo!, gritaron, ¡detener al millonario desifrazado
de mujer, con turbante y velo, que está
entrando en el último bote salvavidas antes de que el barco
se haga pedazos! "Cerca, más cerca, oh Dios, ¿de quién?",
toca la orquesta; no, "Ragtime", "Un último cigarrillo,
y todo queda dicho y hecho", no, "Señor de misericordia
y compasión", nada de eso toca,
ya la banda no existe,
no había sonido, no se oía una palabra,
ya no quedaba quien gritara tres vivas,
tres vivas, señoras y señores, para ustedes,
para los poetas, para todos nosotros.







ESTABLECIENDO LA IDENTIDAD

Éste no es Dante.
Ésta es una fotografía de Dante.
Éste es un filme en que actúa un actor que pretende ser Dante.
Éste es un filme en el cual Dante hace el papel de Dante.
Éste es un hombre que sueña con Dante.
Éste es un hombre llamado Dante, pero que no es Dante.
Éste es un hombre imitador de Dante.
Éste es un hombre que se hace pasar por Dante.
Éste es un hombre que sueña que es Dante.
Éste es un hombre que es la estampa misma de Dante.
Ésta es una figura de cera de Dante.
Éste es un doble, un gemelo de Dante.
Éste es un hombre que se cree Dante.
Éste es un hombre a quien todo el mundo, excepto él, toma por Dante.
Éste es un hombre al que nadie, excepto Dante, considera Dante.
Éste es Dante.






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