2/08/2019

Partes del juego. Eleonora Finkelstein.
















Un juego es el anticipo de otros juegos. "Al principio el arte del puzzle/libro parece un arte breve, un arte de poca entidad". El aparente desorden. "Un puzzle/libro no es una suma de elementos que haya que aislar y analizar primero, sino un conjunto, es decir una forma, una estructura". Podemos leer un mismo verso "tres días seguidos y creer que lo sabemos todo sobre su configuración y color, sin haber progresado lo más mínimo: solo cuenta la posibilidad de relacionar esa pieza con otras". Un juego plantea complicidades. "Cada gesto que hace el jugador de puzzle / el lector de poemas ha sido hecho antes por el creador del mismo; cada pieza que coge y vuelve a coger, que examina, que acaricia, cada combinación que prueba y vuelve a probar de nuevo, cada tanteo, cada intuición, cada esperanza, cada desilusión han sido decididos, calculados, estudiados por el otro." Ahora despidámonos de Perec, el adulto que desaparecía crucigramas en sus calcetines y el niño que se escondía en la peluquería de sus mayores. 




No están todas las piezas -dijo-,
habrá que imaginarse lo que falta.




Escombros, basura, lo deshecho, lo desechado, lo que se pudre para construir






Una patria que nunca tuve,
perdida para siempre. Niños.
¿Qué te cortarían esos vidrios?
¿Las venas? ¿El cuello?
¿Qué te cortarías justo a tiempo
con algo tan inofensivo?
En medio de tanta quietud,
de tantas asquerosidades.
¿Todas esas cosas están muertas?
¿Todas esas cosas están muertas
y ya no hay nada que hacer?
¿Ya no hay nada que hacer
y estamos en paz?




El ritmo arrastra, corta, desliza, movimientos del ruido. Los hilos de saliva necesaria para pronunciar las líneas. Meterse las palabras en la boca, dulces calaveritas. Fantasmas.  La inteligencia y la sagacidad. Lo inesperado y lo que se sabía se tiene en las axilas.





Mirábamos la fiesta desde arriba,
algo cultural, lo de costumbre: muchas caras
y música y alcohol y algunas drogas.
Solo se trataba de pisar con cuidado
sobre los peligros de siempre. 





El gozo, disfrutar ese pedazo de comida, esos millares de objetos que tocamos a diario y de los que apenas percibimos la superficie, esos galones inconcebibles de aire que han estado en los pulmones de otros animales antes de convertirse en nuestra voz.





No quiero escapar ni quiero quedarme,
Si al menos pudiera mostrar/ que se me viera
el estómago vacío/ el cansancio
el estómago vacío/ el sudor
el estómago vacío/ la tierra ardiendo.
Esa es la vida, creo.
Si se prolonga
en cualquier momento me crecerá una pollera
y me pondré a vender estos limones.





En los noventa y en una ciudad del tercer mundo no comprendí que Patti Smith fuera o alguna vez haya sido punk. Escuché uno de sus discos por cinco minutos y regresé a ese cuarto con gargantas destrozadas y maravillosas que fue el grunge. Una de estas afirmaciones es falsa. 



Soñé que dormíamos juntas.
Me pegaba a tu espalda
y era la noche, como siempre,
algo parecido a una cabalgata.

Entonces, me despertaba para dibujar
un retrato tuyo con un lápiz negro
Un lápiz como una rienda, que cuando quería
se volvía blanco para iluminarte el cuello.
Era un camino largo donde pasaban los caballos
galopando hacia tu cabeza sin salida:
en uno iba montada yo.

En ese mismo sueño me salía del cuerpo
y miraba de lejos mi nuca rubia con el pelo revuelto.
Estaba dormida sobre un papel que tenía tu cara de chico.

Al otro día y al otro, repetía tus gestos y tus actos.
Por ejemplo, me corté el pelo frente al espejo
con una tijera desafilada y un cuchillo de cocina.
El efecto fue grandioso: escribí poemas. 




El arte nos fregó puso en nuestras manos una bolsa con ideas y utopías, un kit de lo que tendría ser nuestra vida sexual y laboral, una piedrita que olía a humo.





Por aquel tiempo besé a dos mujeres
las únicas de toda mi vida
(éramos solo niñas),
Blanca e Inmaculada se llamaban.
-Una de las dos afirmaciones anteriores es falsa-

También, para andar a tu ritmo,
tuve un novio gay tan guapo.
Un artista trágico, el más guapo.
Sus ojos eran igual de verdes
y abiertos como lagos.
Buatista se llamaba (vaya nombre)
y andaba traficando agua bendita.
-Una de las dos afirmaciones anteriores es verdadera-





Dominó de identidades. Turista de certezas. La inestable esperanza en el azar. 





Éramos niños, querida, claro
y todavía no ha cambiado nada.
Seguimos creyendo en los milagros y somos
inestables como sueños. Hipersensibles:
estamos hablando de caballos. 





Subrayar y orar. Confiar en la inexistencia y la existencia repentina de las ciudades. Fracasar prematuramente.




Resulta ridículo, obsesionado de sí mismo:
que alguien me explique a los disueltos,
a los voladores, a los desintegrados.
Que alguien, cualquiera, me saque a bailar

y me hable al oído
y me haga entender que todo
tiene su precio.

Y ya que dije "tiempo" y "memoria" y "vacío",
pasen y vean
lo que se proyecta en el techo
mientra intento dormir:
el bosque está en flor y la perra
amada, muerta.

Si ahora digo "amor" y "muerte"
en cualquiera de sus formas permitidas
(que en paz descansen)
seguro que se te hace un nudo en la garganta
Pero no olvides: miento. 





Mítica. Lo que es posible, lícito, apropiado escribir. La autocensura como un postre con el 50% de descuento: irresistible. Estamos en un declive, en un terreno que se hunde. Hemos pronunciado lo "verdadero", lo "único", lo "eficiente". Una de estas proposiciones es falsa, lo juro. 



Solo la ciudad es real,
a veces, la literatura. 



La invención de un continente, de un imperio. La gran literatura siempre ha sido un recuento de las acciones de los veteranos de guerra.  




Cada nuevo mundo está listo
para partir de cero:
padre, hijo, nieto...
antes de contar hasta tres
ya imaginaban un escudo de armas. 
Así funciona en América,
unas pocas generaciones sin hambre
y podemos llamarnos aristócratas.

Yo digo que hay que irse con cuidado
porque todos aquellos
que están muertos hace un siglo 
tuvieron sus mejores días.

No levantes la vista ahora
porque no es un poema épico
aunque parezca.
Es un poema secreto, en voz baja
(como las mencionadas tragedias).
Y desnudo, recto. Apenas una señal
antes de que sea demasiado tarde.









El humor: saltas, te sumerges, tocas el fondo de la piscina, te impulsas, braceas, pataleas y no logras salir. El planeta vivió durante demasiado tiempo en la Guerra Fría como para que no soñemos con misiles y generales disfrazados de vaqueros y espías. La fe como asunto importante mientras aprietas la correa del reloj. Las estrategias del ajedrez incluyen la camisa adecuada, un desayuno con mandarinas y recordar el grosor exacto de la cutícula del padre.




¿Qué es más importante para ganar,
la inteligencia propia o la estupidez ajena?
Creo que me habló de Sócrates,
de Hegel y la fenomenología, de ahí
llegamos sin escalas al viejo Marx,
que por aquellos le quitaba el sueño.

En 3 jugadas me dio jaque mate.
Había logrado distraerme.
Nunca pude ganarle una partida.
Pero es porque tuvimos poco tiempo.
Solo hice tablas una vez,
el día que mi madre le pidió el divorcio.
Había logrado distraerlo.

Ah, las breves enseñanzas de mi padre.
Todavía no sé qué contestar a esa pregunta. 
Titubeo. Por eso sigue resonando en mi cabeza,
por eso la guardo hasta hoy debajo de la almohada.
¿Qué es más importante... 
qué es más importante para ganar?
Esa duda me ha salvado muchas veces.
pero me hace temblar la mano
cada vez que voy a mover una pieza.
no sea que en pocas jugadas, finalmente
la estupidez se me dé por añadidura. 




La familia: un zoo donde cada individuo posee un espacio adecuado, cepillo de dientes y la atención amorosa y distraída de los cuidadores que también reclaman la caricia de los otros animales y del público. La aparición y desaparición de los padres, el acto de magia más tortuoso de la civilización: almorzar a los hijos, descuartizar a los mayores: no sé cuánto de esto nos deje bien parados en los congresos interplanetarios. La coreografía necesaria, el movimiento de los brazos, las supersticiones para no caer en las trampas que cada tablero contiene. Lógica.




Un plan es un orden de cosas
algunas suceden, otras no.




Máquinas, materiales, diseños, ajustes, resistencias, una "s" interminable para: 


reconstruir todo el desastre
con idénticas antiguas piezas





Fiestas de disfraces: ornitólogos, cineastas, espíritus santos: juegan twister como si de la posición de sus piernas dependiera la rotación del planeta, como si los valores de la gravedad pudieran variar si no parpadean adecuadamente. Incertidumbre: los perros al lado de la autopista, y que te hacen llorar y prometer que nunca hablarás más de diez minutos con los turistas. 










Eleonora Finkelstein
Partes del juego
Liliputienses





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