Cómo retrasar la aparición de las hormigas es el último libro de poesía que escribió José Carlos Becerra durante el periodo de 1968 a 1970, según sus editores. Aquí muestro 7 de los 39 textos que conforman el volumen. Becerra excarva las sílabas y sus ruidos, los significados y su vicio de aparentar identidades. Contrasta, enfrenta. Existe el cansancio de la realidad y de quienes la celebran. Aquí no la densa textura de Relación de los hechos, esa dicción que se anudaba, más bien la agilidad y rapidez del espectador callejero que contempla publicidad y violencia. Ironía, sequedad, agujeros y una risa que logra distinguirse entre los aplausos grabados y la música que festejan los símbolos del poder: desde el presidente hasta los renos de Santa Claus.
aviso de ocasión
oportunidades en el Paraíso
pasta de dientes
salsa
de fuego
pañitos húmedos
repeticiones de un sueño esperado expresado
de
muy distintas maneras
sus profetas predilectos lo esperan
en nuestra agencia de viajes
vestuarios según la estación
aderezos
o esculturas
de
barro cocido
oportunidades en el Paraíso,
cuando
haya oscurecido distíngase
por los sorbos de escalofrío
Western lo lleva adonde está la
diversión
Vietnam o cualquier suburbio negro
de
Chicago o Los Ángeles
oportunidades en el Paraíso
esté
pendiente no se las pierda
la noche del bárbaro
excavar, excavar,
hacerle un topo a la sangre
para que Dios comercie con los agujeros,
un hoyo, un hoyo es un proyectil
lanzado contra un blanco invisible,
un hoyo es un lujo esmerado
de la Divinidad que no quiere ocupar,
excavar, excavar,
hacerle un tope a la sangre
para que el esqueleto
le arroje a Lázaro su nudo corredizo,
excavar, excavar,
tapar el agujero de Dios con Lázaro,
convertir su resurrección en un topo,
su cuerpo en un proyectil lanzado contra
Dios
como contra un blanco invisible,
excavar,
excavar,
excavar esta noche,
navegaciones
viaje,
océano maltrecho,
toda la noche sin escolta aérea,
sin zumbidos,
toda la noche el radar descompuesto,
el sueño descompuesto, la mesa servida,
¿nos espera el brusco despertar
bajo el cielo raso de los timbres de alarma?
¿nos espera el grito que se queda sin cabeza
al clavarle su aguijón el silencio?
sin luces de navegación,
sin escolta, sin radar,
sin saber quiénes son
los que se levantaron de la mesa,
y el océano golpea entre sueños,
entre platos sucios y restos de comida
por el desierto y convencional comedor,
los adúlteros
y un peligro mayor: lo que hay de sustancia
será grasa quemada, aspaviento de molino
en las conversaciones que difieren de negro,
reconocibles vahos flotando
sobre el lecho de la astuta indigencia
y de la devolución enigmática,
el extranjero mira los huesos de los muertos
y distraído los mueve con la punta del
zapato
mientras espera en el lugar
y en el sistema de cañerías de la cita,
el deseo desarrolla
sus bloques arrastrados a distancia,
sus reposos donde la encarnación es más
fuerte,
el extranjero todo lo sueña:
el vino, el pan, las sábanas,
las frutas jugosas en estilo familiar
aislado,
mirando distraído huesos y más huesos,
polvo será que él mueve con la punta del
zapato
en el lugar de la cita mientras ella llega,
antes que los vapores de la grasa quemándose
asciendan sobre el lecho que los dioses
prefieren,
el ahogado
un
gancho de hierro
y
se jala,
su expansión lo desmiente al subir
el agua que le chorrea
lo
mueve
de
los
hilos
de su salida al escenario
en el muelle los curiosos
miraban
ese bulto
donde los ojos de todos esperaban
el pasadizo extraviado del cuerpo
gota a gota el cuerpo caía
en el charco de Dios,
alguien pidió un gancho de hierro
para subirlo,
cuidado – dijo uno de los curiosos –
la marea lo está metiendo debajo
del muelle,
un gancho de hierro
había que sujetarlo con un gancho
había que decirle algo con un gancho
mientras el sucio bulto flotante
caía
gota
por
gota
desde la altura donde lo desaparecido
iba a despeñar una piedra sobre nosotros,
Lázaro
el pobre se pasaba las horas enteras
con la cabeza entre las manos,
déjenlo tranquilo y te iluminabas
como el ahogado que vuelve a la superficie
magullado por la cólera de la muerte,
todos trataban de hacerle comer algo,
no he probado bocado en tres días
informabas avanzando,
haciendo esfuerzos para adaptarte
a la forma y peso de la eternidad,
déjenlo tranquilo y te iluminabas,
con las cabezas fuera de aquel charco
sapos y ranas croaban
en un complicado contrapunto,
y te ibas iluminando como el ahogado
que asciende, su alma hinchada
porque el silencio es inflamable y presenta
formas
diferentes dentro de un mismo charco,
sapos y ranas croaban aleluya,
no he probado bocado decías
tres días en la eternidad tienen sus peros,
cómo retrasar la aparición de las hormigas
una vez que
aparecen no hay poder
capaz de ahuyentarlas, los árboles sirven
para obtener madera, la madera
para obtener celulosa, la celulosa…
pero las mayores riquezas de todo servilismo
descubren el avance de las hormigas,
como es sabido el cuerpo tiene
características que le son reflejadas,
que le confieren enorme potencial de espejo
a condición de saber explotarlo, por lo cual
también es destinado a las oscilaciones
que efectúan las hormigas antes de llegar,
así los reflejos de cada cuerpo extraen
nuevos espejos nutrientes
de sus más profundas capas producidos
por la descomposición del padre y la madre,
esos nutrientes incorporados al cuerpo
esperan el frío azogado de las hormigas
mientras el espejo se atrofia
y la madre y el padre vuelven a tambalearse
en el fondo de cada espejismo,
retrasar ese momento inevitable
es la vejez, la vejez separando
las nuevas imágenes
puestas al alcance de las hormigas,
pues así como los árboles sirven
para obtener madera y la madera
sirve para obtener celulosa,
los espejos extraídos del fondo del árbol
o del fondo del cuerpo, sirven
para extraer, a fin de cuentas, hormigas
y reflejos de hormigas donde el padre y la
madre
cabecean el sueño de nueva destrucción,
José Carlos Becerra
Cómo retrasar la aparición de las hormigas
en El otoño recorre las islas
SEP
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