4/22/2016

Diario de la Muerte. Enrique Lihn.









Lo llamaremos a la Academia
cuando solucione sus problemas de carácter
y no vuelva a insinuar
que yo - el director- soy un poeta mediocre
y que publico antologias
para limpiar, fijar y dar esplendor a mi nombre
Después de haber escrito por una cincuentena
nadie -ni yo mismo- puede mezquinarme el espacio
(el arte es una larga impaciencia)
En cuanto a él, soy un hombre justo:
cuando muera lo pondré en su lugar
en todas mis antologías







Hay solo dos países: el de los sanos y el de los enfermos
por un tiempo se puede gozar de doble nacionalidad
pero, a la larga, eso no tiene sentido
Duele separarse, poco a poco, de los sanos a quienes
seguiremos unidos, hasta la muerte
separadamente unidos
Con los enfermos cabe una creciente complicidad
que en nada se parece a la amistad o el amor
(esas mitologías que dan sus últimos frutos
a unos pasos del hacha)
Empezamos a enviar y recibir mensajes de nuestros verdaderos conciudadanos
una palabra de aliento
un folleto sobre el cáncer








El lenguaje espera el milagro de una tercera persona
(que no sea el ausente de las gramáticas árabes)
ni un personaje ni una cosa ni un muerto
Un verdadero sujeto que hable de por si, en una voz inhumana
de lo que ni yo ni tú podemos decir
bloqueados por nuestros pronombres personales
Tenemos aquí a un hombre, apretando el gatillo contra sus sienes
Algo ve entre ese gesto y su muerte
Lo ve durante una partícula elemental del tiempo
tan corta que no formará parte de aquél
Si algo pudiera alargarla sin temporalizarla
una droga (¡descúbranla!)
Se escucharían los primeros pálidos ecos
de una inédita descripción de lo que no es






Enrique Lihn
Diario de la muerte
Memoria Chilena







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