LXI
Atravesado arteramente por un conejo, las últimas palabras del idiota fueron: "Estoy cansado de combatir, nuestros jefes están todos muertos... Aquel que ha conducido a los jóvenes está muerto... Hace frío y no tenemos frazadas ni alimentos. Los niños pequeños se están helando hasta morir... ¡Escuchadme! Mis jefes: estoy cansado; mi corazón está enfermo y triste. Desde el punto en que el sol se encuentra ahora, ya no combatiré jamás". Muy pocos lograron identificar la cita.
LXII
Cuando un conejo sufre de polución nocturna, una gran calma se extiende sobre el bosque.
LXIII
El conejo con tendencias paranoides se cree perseguido por multitud de cazadores que quieres hacerle daño; es retraído y desconfiado, y se pasa la vida imaginando que va a ser víctima de complejas maquinaciones y de terribles trampas. En la etapa aguda de su delirio, sus movimientos son torpes y descoordinados y pierde toda capacidad de raciocinio. Ese es el momento más apropiado para que el cazador lo atrape con facilidad.
LXIV
Cuando cayó el idiota, atravesado por una certera flecha de los guardabosques, sus últimas palabras fueron: "La liberación de la energía encerrada en el átomo lo ha cambiado todo, salvo nuestra manera de pensar, y por esta razón avanzamos incesantemente hacia una catástrofe sin precedentes. Para que la humanidad sobreviva, debe cambiar sus maneras de pensar. Una de las necesidades más urgentes de nuestro tiempo es la de disipar esta terrible amenaza".
LXV
La música favorita de los conejos es el Concierto en re menor, opus póstumo, La muerte y la niña, de Schubert. Se identifican con su violencia interior, con su drama sombrío, con su sentido agónico. Como no saben leer la tapa del long play, en su lenguaje particular llaman entre ellos a esta obra La muerte y la niña.
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