4/26/2016

Caza de conejos. Mario Levrero.






LXXXI

Nunca pudimos hacerle entender al idiota cómo son los conejos.
- Tiene orejas largas -le decíamos, y traía un burro.
- Es pequeño - y traía una pulga.
- Es del tamaño de un perro chico - y traía un perro chico.
- Es un roedor - y traía una rata.
- Vive en el bosque -y traía una víbora.
- Tiene cuatro patas - y traía una mesa.
- Se desplaza por medio de saltos y traía un canguro.
- Es blanco y tierno, simpático y sensual, de tacto suave y cuerpo palpitante -y trajo a su primita Águeda, con el corazón atravesado por un certero flechazo. 


LXXXII

Los conejos son de una fertilidad tan asombrosa que en el bosque se han colocado carteles prviniendo contra la extinción de la especie a breve plazo.


LXXXIII

Cuando vamos a cazar conejos al bosque, es tan poco frecuente que encontremos alguno que, si alguna vez descubrimos un conejo moviéndose entre el pasto, inmediatamente somos todos los cazadores juntos que disparamos sobre él, lo acribillamos, lo agujereamos y reventamos de tal forma todos al unísono con nuestras escopetas y ametralladoras, que después no queda casi nada del conejo y nos volvemos al castillo completamente frustados.


LXXXIV

Es tal la respulsión, el asco, el horror que nos provoca la vista de un conejo, que si por casualidad hallamos alguno cuando vamos al bosque a cazar elefantes, tiene la virtud de despertar en nosotros una crueldad a la vez refinada y atávica. Rápidamente instalamos en un claro una cruz de madera y clavamos a ella las manos y los pies del conejo; en su inmunda cabeza colocamos una corona de espinas y nos sentamos a su alrededor a contemplar cómo agoniza, durante horas, mientras lo escupimos y le lanzamos nuestros peores insultos.

LXXXV

Nuestros niños, quienes siempre nos acompañan en la caza de conejos, aprendieron de estos una palabra de oscura significación, un adjetivo que aplican indiscriminadamente a distintos sustantivos en las más diversas circunstancias: chule. El idiota es chule, los nuevos cortinados del castillo son chule, el café con leche es chule, las manchas del alquitrán son chule.
Evaristo el plomero, que en sus ratos de ocio tiene inquietudes filológicas, dedicó una larga temporada a investigar el lenguaje de los conejos. Descubrió por fin que el adjetivo chule que utilizan los niños es una deformación de la única expresión que usan los conejos para comunicarse entre ellos, moviendo la cabeza tristemente: la expresión inglesa too late ("demasiado tarde").



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