4/27/2016

Caza de conejos. Mario Levrero.





LI

Si usted quiere venir con nosotros a la caza de conejos, desde ya le prevengo que más le conviene abandonar la idea. En primer lugar, le será muy difícil, si no imposible, localizar nuestro castillo. Ex profeso he dado referencias muy vagas, cuando no mentirosas, en mis textos. En segundo lugar, localizado el castillo, no podrá eludir las innumerables trampas mortales que hemos diseminado a su alrededor, justamente para librarnos de los extraños como usted. En tercer lugar, eludidas las trampas, le será imposible vadear el foso repleto de cocodrilos. En cuarto lugar, vadeado el foso, será incapaz de salvar el enorme portón de altísimas rejas, de hierro, terminadas en puntas de lanza. En quito lugar, salvado el portón, la frialdad de nuestro recibimiento le provocará semejante desánimo que decidirá volver sobre sus pasos. Pero si usted es capaz de vencer todas estas dificultades, si bien no podrá venir de caza con nosotros porque el reglamento establecido por el idiota lo prohíbe expresa y terminantemente, obtendrá en cambio la mano de la hija del Rey, esa hermosísima mujer que desde tiempo inmemorial espera al hombre capaz de merecerla. 


LII

El idiota confundió al oso amaestrado disfrazado de conejo que siempre llevamos como señuelo en nuestras cacerías con su primita Beatriz. El oso permitió que le babeara la espalda pero, aunque irredento imbécil, destrozó al idiota de un zarpazo cuando intentó acariciarle las nalgas. 


LIII

Evaristo el plomero cazaba conejos con el soplete.


LIV

Quien use los conejos con fines afrodisíacos debe cuidarse especialmente de una variedad de conejos que son sedosos al tacto cuando están tranquilos, pero que a la menor presunción de cualquier tipo de peligro erizan sus pelos, que se vuelven duros y afilados como las púas de un puercoespín. 



LV

Los cachorros de tigre que han perdido prematuramente a la madre son por lo general recogidos por conejas que han perdido a sus crías; de la simbiosis que se establece con el tiempo resultan esos ejemplares de conejas feroces y carniceras, y de tigres temerosos, saltarines y más bien amariconados.







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