1/21/2016
Las areneras, Jesucristo y el desagüe
Vengo de comulgar y estoy en éxtasis
aunque comulgué con los cosacos
sentados a una mesa bajo el cielo
y los eucaliptus que con ellos
se cimbran estos días bochornosos
en el camino hasta las areneras
del sur de la ciudad
-el vizcaíno,
santa adela,
la elisa-
(a la sombra hay un loco, y hay un árbol
muy alto
y alguien dice "cristo en rusia")
e insolado hablo al yo que está a la orilla,
ansío su aventura
en otro hombre,
y a la hora en que no sé si tuve esclava,
si busco a dios,
si quiero ser o serme,
si fui vendido a tierra o si amo poco,
sé que Él quiere venir pero no puede
cruzar -si no lo robo como a un banco
pesado de galeote-
esa balanza
que es tanta hacia ambos lados
atrancados a mis puertas:
la abierta, marginal, no interrumpida
matriz sin cabecera
donde gateó la vida,
donde algunos gatena
y su alma sólo traga lo mismo que el mar traga:
aletas, playas solas e iguales, hombres débiles
y una pared espeasa
de cetáceo y de fábrica.
Héctor Viel Temperley.
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