9/12/2014

El escritor como el detector de humo del lenguaje.













El corazón del desierto de Judea: rocas, no de arena,
          allí se encuentra el pequeño poblado de Arad,
 1967  núcleo bestial de cabras de monte y de serpientes.
          Bajo de estatura, igual los árboles de olivo
de tronco nudoso, avistados al norte de Jerusalén, ciudad
de origen; está hecho de un solo bloque. Se recorta
de una manera -angulosa- si fuera una rosa, pero asoma
una mirada intensa. Sentados a conversar, ante las cámaras
de Canal 22, en el pequeño jardín de su casa, lleno de plantas, 
enredaderas, un verdor que trata de ocultar el sitio donde
converger el desierto. Sólo un dato traiciona esta ilusión:
la luz implacable. Existe una razón familiar y una
de perspectiva. Existe una razón familiar y una
de perspectiva. La familiar: grave problema de asma
hace algunos años y los doctores recomendaron ese aire
particular de la montaña del desierto; su enmienda.
En cuanto se mudaron, descubrió la vida en Arad:
una cierta faceta; no la tendría si viviera en el centro
del drama histórico. Desde ese lugar pueden verse
          sucesos y situaciones a cierta distancia.
1969   Nostalgia de las sombras de los bosques
          y colores europeos, si estuviera de alguna
manera sobre impuesto en la región. Hay una relación
antigua con la luz; casi deslumbrante. ¿Lo que ama
y lo que odia de esta luz del desierto? El desierto
es la cuna del monoteísmo, no hay sitio donde ocultarse.
No se puede vivir en el desierto y creer al mismo tiempo
en pequeños demonios. El ojo puede verlo todo y esto
no ha cambiado desde la creación. Tierras en las que hay
sombra y nieve, bosques, ríos, lagos y densidad de tiempo;
extraña esos intersticios de los cuentos que escuchaba
de padres y abuelos. Sobre piedras que se ríen
de los políticos. Comienza el día con una rápida caminata
bajo cualquier clima, muy temprano, antes de que salga
el sol. Durante treinta minutos eso ayuda a poner las cosas
en perspectiva. "Por siempre" o "Por el resto de la eternidad"
o "Nunca", dicen, y así las piedras del desierto se están riendo
del nunca de los políticos. El nunca del Medio Oriente
          significa entre seis y siete años. El desierto ayuda
1974   a dar un sentido de proporción sobre los sucesos
          actuales. El lenguaje es el más burdo de todos
los instrumentos polifónicos. EN algunos aspectos
de la condición humana eso no es natural. No nacemos
diciendo: "Me da mucho gusto estar aquí". Nacemos
con un grito y no hablamos al hacer el amor. Emitimos
sonidos, no palabras. No morimos con la famosa (última)
frase; en los momentos más eléctricos de cada vida
no usamos lenguaje, sino sonidos. De hecho, si pudiera
describirse el tema principal, en una sola palabra,
sería la familia. Donde hay familia hay incesto, en clave
potencial; lucha de tabúes. Así simpatizar con el enemigo
es una especie de tabú. Entender al rival, sus puntos
de vista, un conjunto de atentados en tiempos
en el que la historia tiene la atmósfera de una marcha
militar. Todo se hizo de cara al puritanismo judío:
el mismo reto no tan sólo de cara a la religión
sino a las ideologías. De todas maneras subyace
un canal de compasión que no es usual. En este sentido,
se encuentra más cerca de Chejov y no de Shakespeare.
          El enfrentamiento de lo que es justo y justo.
1975   Una tragedia se puede resolver de una manera
          shakesperiana, en la cual la justicia poética
flota sobre una tribuna llena de cadáveres.
En la conclusión de una tragedia de Chejov, todos están
melancólicos, desilusionados, destrozados, con el corazón
roto, pero vivos. Jean Claude Carriere: el gran drama ocurre
entre dos fuerzas igualmente importantes y poderosas.
Si el poder está nada más de un lado, no existe drama.
El escritor como el detector de humo del lenguaje.
Recordar: la fábula de Kierkegäard sobre un actor
que gritó "fuego" en el escenario y todo el público
aplaudió y exclamó "bravo". Eso ocurre algunas veces,
y sin embargo, cuando el lenguaje se posiciona
la urgencia y el deber de gritar, se unen para siempre.





1 comentario:

Cecilia dijo...

Qué buenooooo! El gran Arteca