28. Por el camino de Swann
- Uruguay y Jucal -
Se intuye un país en guerra. O bien, un texto enamorado del desastre, como una sombra que amara la sombra que hace y por eso vuelve siempre, una y otra vez, a hacerse daño. Aquí se han visto por primera vez. La Ciudad es para ambos, ya entonces, una idea fija. ¿Qué hora es? Ninguna. Tampoco ellos tienen nombre. O se dan nombres que varían, como las condiciones meteorológicas o los atentados o el precio de los pollos en el mercado. Han lleg hasta aquí como dos náufragos, dos niños apurados por quedar detenidos en sus llamas. La Ciudad pareciera abandonarlos o son ellos los que ansían la orfandad, interrumpir -con muerte - el desafiante vértigo de las mutaciones. Afuera, las sirenas. Un fuego que todo lo toca, los puestos de diarios, las plazas, las convicciones. Una negrura. Y ese vicio, de pronto, de bajar la mirada, como un animal viscoso. De día, de noche, se repiten los operativos. Nadie sabe. Nadie ha visto nunca. Vaya a saber. Se cuentan por cientos los casos de este frío. Nos matarán a todos, dice él. Ella abre la heladera con cuidado, como si algo en la blancura... Un miedo atroz, de pronto, a todo lo que tendrán que vivir todavía, a toda la vida que tendrán, a tanta pena acunándolos...
29. Dream in Aquilea
- Bartolomé Mitre y Rodríguez Peña -
Las palabras no existen para nombrar sino para crear el vacío, para abrir un espacio inmenso donde se exprese la visión de Dios. ¿Qué importancia podría tener, en ese caso, lo verdadero, incluso lo justo o verosímil, de una historia? Hay palabras como ladrillos, como cantos rodados, como piedras esparcidas en una escenografía de posguerra. Cierta parsimonia de los seres que anvanzan por los detritus sin ver, sin quejarse, sin desear nada. ¿Alguien les ha enseñado a beber de la sed? ¿Saben ya que viajar, cuando se vuelve un hábito, equivale a renunciar a lo que ha sido y tal vez, a lo que nunca será? Ahora, también la noche está perdida. O no lo está, pero no quiere que la encuentren. Como si hubiera visto su propia causa. Ese agradecimiento que comienza al alba de las cosas y nunca retrocede, aunque el enigma insista y la ciudad se hunda y haya que llorar para limpiar los ojos. Silencio y una pequeña embarcación roja incendiando el interior de lo que somos hasta que se comprende que esa sola calle hecha de palabras durará para siempre y habrá que recorrerla como a una plegaria brusca y extranjera.
30. Aristóteles o The Art of Sinfing
- San José y Avenida de Mayo -
Juro que acabo de ver pasar un yate enorme en dirección a la Casa Rosada. María Callas, que cantó para los alemanes cuando la enceguecía el hambre, va en la embarcación y arrulla los oídos de un hombre que no escribirá para ella una carta, ni morirá fusilado, ni entonará jamás las notas del aria E lucevan le stelle. En su noche, digamos, hay una Noche en la cual escribe, solita, la partitura del miedo y del abandono, fabrica el amor como si fuera un fracaso adictivo. Mal negocio, tan diferente a los de él, entre los que se cuentan ser hombre, acumular el tabaco y las flotas. Igual que lo imaginario (igual que la realidad), el yate avanza de contramano. Quien la reemplazará en el abrazo aún no tiene rostro, pero es posible, en el espejo de macadam que lo contiene todo como un mar urbano, ver una luz traicionera, una espera compungida, y un ventanal art nouveau, en una ciudad de luz, donde Tosca equivocadamente mide los precios de la pasión y María Callas se escucha, embelesada, cantar o morir.
31. De rerum naturae
- Tucumán y Uruguay -
Pareciera, dijo el señor Benítez, que llegan como el destino, sin aviso y sin causa, pero no es así, de ningún modo. El animal, en principio, siempre vuelve a su querencia, los perros que se pierden en la Capital son la excepción, los departamentos les atrofian los instintos. Así como las ve, dijo, estas palomas ejercitan su memoria en las carreras, trazan, como los hombres, cortos mensajes de guerra o de amor a lo poco que conocen, y así devienen máquinas de morir o crear, invenciones poco útiles, no logradas del todo, como un fragmento de escritura. Fíjese, insistió, qué nombres tan bonitos, Miss Purreta, In Dubio pro Reo, Andariega Tú, Evening Dress, Por los Bares, Soy Lunática. Si no fuera por Arquímedes, que imaginó para ellas la hipótesis de un cálculo diferencial, quién las entendería, cómo explicarle a la gente, tan corta de entendederas, que un viajero es, más bien, aquel que no se mueve, un ciego que, aferrado al espacio liso que lo expatria, ejerce un movimiento radical, un vuelo sin puntos, sin meta, y así no hace más que añadir confusión a la confusión, tierra natal a las constelaciones rotatorias que lleva en el cerebro, terruño a la impronta de anhelo y la distancia.
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