6/06/2014

No leer















Mi vida no es original ni mucho menos ejemplar, y no pasa de ser una de las tantas vidas de un escritor de clase media nacido en un país  latinoamericano del siglo xx.






Escritor discreto, tímido, laborioso, honesto, ejemplar, marginal, intimista, pulcro, lúcido: he allí algunos de los calificativos que me ha dado la crítica. Nadie me ha llamado nunca gran escritor. Porque seguramente no soy un gran escritor.







Le gustaba presentarse como un narrador de tercera división que alguna vez había metido un gol magnífico.






Soy un corredor de distancias cortas. Si corro el maratón me expongo a llegar al estadio cuando el público se haya ido.




Cuando tenía doce años me decía: algún día seré grande fumaré y me pasaré las noches en un escritorio, escribiendo. Ahora soy ya un hombre, estoy fumando, sentado en mi escritorio, escribiendo, y me digo: cuando tenía doce años era un perfecto imbécil.





Me temo que mi hijo haya heredado casi todos mis defectos, unidos a los de mi mujer, lo que ya sería demasiado. Con los míos hubiera sido suficiente para hcer de él un inteligente desgraciado.




Para qué andar tan de prisa si en la esquina menos pensada nos encontramos con la luz roja, gracia a la cual todos aquellos que sobrepasamos nos alcanzarán.


Ribeyro




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