detesto esa costumbre de pararse en cuanto sitio se conoce a registrar para los demás que uno estuvo ahí, como si lo importante de los viajes fuera comprobarle a los conocidos que realmente viajamos. una costumbre lamentable -negó con la cabeza-. son peores los que toman diapositivas, no las vulgares fotos. los de las diapositivas sienten, seguramente porque han hecho un gasto mayor, que deben reunir un público y aburrirlo con su narración mientras pasan las transparencias que tomaron en sus viajes.
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hay muchas formas de no ser nadie.
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no le voy a contar historias de asesinatos y matanzas, mi joven amigo, el cine las ha contado miles de veces. que aquí los protagonistas no tengas apellidos italianos es un accidente; la muerte siempre es la misma: la moto pasó rápidamente y dispararon, el campero se atravesó y los acribillaron, estaba sentado tranquilo entró alguien y le perforó la cabeza por la espalda; historias repetidas.
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tienen ensangrentado el vestido que les regaló para lucirlas en un bar, en el parque; se abrazan al cuerpo inerte sin importar que la minifalda se suba y deje ver sus nalgas, sus interiores, con el maquillaje totalmente corrido, horribles, arrodilladas frente a la virgen en esa sala de espera mugirenta, llena de niños con diarrea y mendigos.
octavio escobar giraldo, saide. periférica, 2007.
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