1/06/2010

pianos rotos que suenan cuando alguien cruza


sorprendentes carnadas llueven del cielo.
sorprendentes carnadas sobre el mar. abajo el
océano, arriba las inusitadas nubes de un día claro.
sorprendentes carnadas llueven sobre el mar. hubo
un amor que llueve, hubo un día claro que llueve
ahora sobre el mar.

son sombras, carnadas para peces. llueve un día
claro, un amor que no alcanzó a decirse. el amor,
ah sí el amor, llueven desde el cielo asombrosas
carnadas sobre la sombra de los peces en el mar.

caen días claros. extrañas carnadas pegadas de días
claros, de amores que no alcanzaron a decirse.

el mar, se dice del mar. se dice de carnadas que
llueven y de días claros pegados a ellas, se dice de
amores inconclusos, de días claros e inconclusos
que llueven para los peces en el mar.

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oí un cielo y un mar alucinantes, oí soles
estallados de amor cayendo como frutos, oí
torbellinos de peces devorando las carnes rosa de
sorprendentes carnadas.

oí millones de peces que son tumbas con pedazos
de cielo adentro, con cientos de palabras que no
alcanzaron a decirse, con cientos de flores de carne
roja y pedazos de cielo en los ojos. oí cientos de
amores que quedaron fijos en un día soleado.
llovieron carnadas desde el cielo.

viviana llora. viviana oyó torbellinos de peces
elevarse por el aire disputándose los bocados de
ina despedida trunca, de un rezo no oído, de un
amor no dicho. viviana en la playa. viviana es
hoy Chile.

el pez largo de Chile que se eleva por los aires
devorando las carnadas de sol de sus difuntos.

--

está el mar, se dice, están las tumbas carnívoras de
los peces. están las carnes color de almendras y el
mar. el mar llora. viviana llora.

hay cielos infinitos de almendros, de estrellas
como los frutos dicen y caen. sorprendentes
carnadas llueven del cielo como las estrellas,
como frutos que caen sobre el pasto. hay
universos sin fin en el estómago de los peces,
estrellas, campos de almendros. viviana oye
inmensos campos de almendros rojos de sangre
cayendo sobre el mar. infinitos días claros
lloviendo sobre las espumas rojas del mar.

llueven hombres que caen en poses extrañas como
raros frutos de una rara cosecha.

viviana oye llover sorprendentes carnadas de
hombres, asombrosas frutas humanas cosechadas
de extraños campos. viviana es ahora Chile.
oye frutas humanas llover como dorados
soles reventándose en las aguas.

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llovieron cielos santos. llovieron infinidades de
aguas como hijos del cielo santo sí, como panes,
como carnadas santas bajo el océano en cruz de
Chile. lloraron, llovieron hijos de amores que ya
nunca, de praderas sin fin que caían en llamas, de
zarzas que arden sin consumirse. viviana oye cielos
enteros caer como almendros en flor, como rosadas
mejillas en flor sobre el mar salvo de Chile.

la zarza del mar de Chile arde, arde sin consumirse.

arden las llanuras santas del cielo cayendo.
carnadas de hombres caen sobre la zarza llameante
del océano. los peces suben cantando con la voz
tomada del cielo, cardúmenes, infinidades de peces
ascienden desde las aguas santas.

extraños soles cantan lloviendo desde el cielo,
extraños frutos sobre el océano santo.

peces en llamas saltan, asombrosas carnadas arden
en el mar. llovieron cielos santos. zarzas de Chile,
he allí vuestros hijos. zarzas de Chile, he allí el
mar ardiendo.

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las ciudades pequeñas son blancas en la noche.
adelante está el mar, de él sólo se distingue la
línea blanca de la espuma de la rompiente. el mar,
la noche cerrada.

escucho al conejo encandilado frente a los focos.
arriba, la gasa de la nieve de las montañas parece
un tul que le fuera a caer cubriéndole la pequeña
mancha de sangre que ha emergido de su pelaje
pardo. los focos iluminan otros blancos, otros
pequeños pelajes con sangre.

una pequeña mota roja de sangre cubierta con la
gasa de la nieve de todas las montañas.

susana es pequeña.

--

abajo las infinitas piedras del desierto, montañas de
piedras, laderas, infinitas piedras sobre el desierto
como un mar. arriba el cielo, el cielo azul que cae.
las piedras gritan al estrellarse con el aire, con el
cielo que cae.

el desierto grita. hay un muro de cal con nombres. hay un muro blanco y pequeñas botellas con flores
de plástico que gritan al doblarse bajo el viento.

un poco más lejos hay un barco. nadie diría que
puede haber un barco en el medio del desierto. es
un barco grande, herrumbroso, recostado encima de
las piedras. nadie lo diría, pero está allí. el mismo
cielo que cae sobre las piedras cae sobre él. todas las piedras gritan.

gritan, el desierto de Chile grita. nadie diría que
esto puede ser, pero gritan.

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hay un barco en medio del desierto. un barco
reclinado sobre las piedras del desierto y arriba la
losa a pique del cielo. el océano invertido del cielo
cae sobre las piedras y éstas gritan. nadie, salvo las
piedras son capaces de gritar así. mireya se tapa los
oídos para no oír el chillido del desierto. Chile
grita, el desierto de Chile grita. mireya acumula
pequeñas flores de plástico frente a un barco
arrumbado en el pedrerío.

están las costas, las tercas costas sin mar trepando
para atrás sobre las olas muertas de los cerros.

mireya dice que es la madre de Chile. que es la
madre de un barco reclinado en medio del desierto.

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de lejos parece una mancha negra, pero es un
barco. debajo las piedras amontonadas contra su
casco asemejan olas. Pero no son olas, son sólo
piedras y gritan. las rompientes encaramadas
gritan. está también el sol cayendo a pique y flores
de plástico coloreadas como soles minúsculos. está
el mar del desierto, está el mar de piedras del
desierto hirviendo frente a Chile.

están las diminutas flores y las costas gangrenadas
del mar reseco.

mireya les pone nombre a cada una de esas flores.
ante el barco parecen minúsculos soles despidiéndolo.

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en las noches del desierto hay bruma, pero ahora
es el sol. las piedras hierven bajo el sol y se clavan
contra el casco herrumbroso. inmóvil el barco
parece hundirse. nadie diría que un barco puede
hundirse en medio del desierto, pero se hunde.
vendrá en la noche la bruma, pero ahora es el sol.

hay una cruz. hay un barco herrumbroso y negro
que naufraga sobre las piedras.

quién diría de un país con una cruz hundiéndose
en el desierto. quién diría de la noche sepultándose
en la mitad del día. quién de una tumba clavada
en medio del día lleno de sol.

la noche se hunde en medio del día. mireya dice
que hay un barco lleno de muertos hundiéndose en
el desierto.

---

todo ha sido consumado. el casco herrumbroso y
negro desaparece en el mar de piedras. el cielo cae
encima de ellas y éstas gritan. hay un muro blanco
rayado con nombres y flores de plástico abajo. hay
una llanura y las rompientes resecas del cielo que
caen derrumbándose igual que un tierral de
muertos sobre el sepulcro de los paisajes. todo ha
sido consumado. mireya dice que todo ya ha sido
consumado.

las rugosas rompientes caen, el mar difunto cae
como un montón de tierra. los paisajes muertos
caen como mares de tierra.

hay un barco de desaparecidos y muertos y encima
las piedras del desierto. hay un muro blanco de cal
con nombres y detrás el océano de tierra cayendo
sobre las últimas planicies. mireya dice que ya todo
ha sido consumado y deja pequeñas flores de
plástico sobre la planicie del pedregal que expira,
ella dice que es el último mar y que expira.

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un rostro es un rostro es un desierto florecido. oí
largas llanuras florecer, oí desiertos enteros cubrirse
de flores. una flor es un rostro en la soledad del
desierto como un rostro es una flor en la soledad
de las cosas. un rostro oye años, estaciones, vidas
sin fin que terminan. una flor sólo unos días, unos
crepúsculos, unas pocas noches sin fin que
terminan. un rostro es una flor más que termina.
oí infinitos desiertos florecidos apagarse. me apodo
zurita y te digo estas cosas como podría decirte
otras. tal vez las demenciales flores se aman.

está el desierto de Chile. hay un barco en el medio
del desierto y una mujer dejándole flores. las
piedras gritan. nadie, salvo las piedras son capaces
de gritar así. las flores también gritan, pero sólo
cuando las dobla el viento. oí campos enteros de
flores doblarse en el viento.

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desapareció el Pacífico y en su lugar crecieron las
flores. infinitas hortensias azules cubren las
extensiones donde una vez estuvo el mar. infinitas
flores que gimen mecidas bajo el viento. un
camposanto es el mar, gimen las flores mientras
otro cielo crece encima de ellas. las magnolias del
este donde estaban las cordilleras y las hortensias
del oeste donde estuvo el mar se hablan y nos
hablan. desde las espinas de Chile nos dicen de
una pasión que nunca las cordilleras ni el mar nos
dijeron. hortensias azules cubren ahora los
inmensos territorios del Pacífico.

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escuchen entonces las rompientes ardiendo.
asombrosas carnadas levitan sobre las llamas y
suben. arden las rompientes de Chile y cantan,
zarzas de agua crepitan bajo los cielos incendiados
del océano. días enteros ardidos, mañanas de sol,
campos entrevistos ascienden ahora cantando entre
las llamas del Pacífico. y la muerte nos encontró lugar.

el Pacífico arde, las rompientes de la resurrección
arden sobre el cielo de Chile.

sorprendentes carnadas, maravillosos frutos
humanos se recomponen cantando. increíbles peces
vuelan sobre el ardido océano. infinitos peces que
ascienden con días de sol en la boca, con amores
salvos, con pedazos de costillas transformadas.
increíbles peces suben desde las llamas del mar
incendiado y cantan con la voz tomada del cielo.
ñas olas cantan sobre las playas salvas.
arden sobre el cielo y cantan.
viviana oye praderas humanas resucitar entre las
llamas, días que vuelve, frutos como soles que
suben salvos sobre las llanuras del mar. viviana oye
a su hijo ascender de las olas salvas.

carnadas salvas que vuelven del mar.

---

bruno recuerda un mar y susana también
recuerda. está la luz de las montañas y los ojos
para siempre de todos los pueblos blancos, de
todas las mejillas blancas tendidas igual que
vendas sobre los pómulos en sangre de las
coordilleras. los pequeños pueblos son blancos en
el viento y ahora sus caras escuchan abajo un
pueblo blanco y cantan. está la luz como gasas
blancas de las cordilleras en el cielo. está el mar
y la línea blanca de las rompientes que canta,
las fosas de sus ojos y del mar que canta.

oyen abajo un pueblo blanco y cantan. los
ojos vaciados de bruno cantan. los ojos
vaciados de susana cantan.

son miles de pueblos blancos y cantan. miles de
susana, miles de bruno en la gasa de los
nevados. sus mejillas cubren los pómulos de las
montañas y sueñan en el viento blanco, en las
vendas blancas. las vendas de sangre de las
coordilleras se abren en el cielo y son blancas.

oh sí bruno, oh sí susana. las vendas de sangre
se abren en el cielo y están blancas.

---

bruno dice que ha vuelto a casa. susana también
dice que ha vuelto a casa. está la luz entonces y
las cumbres vendadas del cielo. está el horizonte y
las gasas de luz de los pequeños pueblos blancos
sobre las cumbres. las vendas de sangre de los
Andes son blancas y sus caras oyen las casas de
los pequeños pueblos blanqueándose como grumos
de sangre en la nieve. están las nieves, está el
cielo. bruno y susana oyen las casas de sus
pequeños pueblos blancos subir en el vendado
cielo de las montañas.

está la luz de las cordilleras y las casas de sus
pequeños pueblos blancos en las gasas de la nieve.

bruno dice que ha llegado a casa. susana también
lo dice. los pueblos blancos del aire o del agua o
de la tierra blanca se elevan como pequeños
grumos de sangre evaporados en la nieve.
está la nieve, el azul del cielo. las vendas de luz del cielo
sobre sus casas en las nevadas.

bruno, susana. en la mente redacto cartas
desbaratadas de amor.

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y no moriremos. y no volveremos a morir porque
como quien se abre a un sueño miraste mis restos
y viste un desmembrado país de archipiélagos y
eran como archipiélagos abajo los restos de
nuestros cuerpos. y no moriremos de nuevo y los
canales abriéndose entre los archipiélagos te
mostrarán los cielos y los cielos el mar corroído de
las estrellas y no volverán a vaciarse tus ojos como
islas desmembradas cayendo sobre las aguas. sí,
porque no moriremos de nuevo y estas palabras
pervivirían más que nuestra soledad, que el tiempo
y que los procelosos sueños.

porque tú no morirás mientras vivan estas palabras.
y si el ácido de los tiempos y las guerreras
tormentas las derrumban, tú no morirás. y no
moriremos nuevamente.

y buscándonos pedazo a pedazo, como un
desmembrado país que volviera a juntarse, se
encontrarán el cielo con las playas y las playas con
los pastos y entonces, como un archipiélago nuevo
que se encumbra llorando nuestros restos volverán
a reunirse y no moriremos de nuevo. ni estos
canales ni estas islas ni estos fiordos.

---
epílogo

cientos de cuerpos fueron arrojados sobre
las montañas, lagos y mar de Chile. un sueño quizás
soñó que habían unas flores, que habían unas
rompientes, un océano subiéndolos salvos desde sus
tumbas en los paisajes. no.

están muertos. fueron ya dichas las inexistentes flores.
fue ya dicha la inexistente mañana.


raúl zurita, mi mejilla es el cielo estrellado. conaculta, 2004.
.
}.

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