1/06/2009

Un retrato es falso. Se construye alrededor de una apariencia, se resume la vida, que es inmensa, compleja, inabarcable


I


Y él sentía filtrase desde la cocina el pensamiento humilde y mugriento, resbaladizo, resbalando siempre por el mismo sitio, dándole vueltas, vueltas, como si tuvieran vértigo pero no pudieran detenerse, como si tuvieran náuseas pero no pudieran detenerse, como uno se muerde las uñas, como se arranca a trozos la piel cuando se pela, como se rasca cuando tiene urticaria, como da vueltas en la cama durante el insomnio, para darse gusto y para hacerse sufrir, hasta agotarse, hasta cortársele la respiración.


II


Se quedaba allí, siempre acurrucada, esperando, sin hacer nada. La menor acción, como ir al cuarto de baño a lavarse las manos, dejar correr el agua del grifo, parecía una provocación, un acto lleno de audacia. Aquel ruido súbito del agua en aquel silencio suspendido sería como una señal, como una llamada hacia ellos; sería como un contacto horrible, como tocar con la punta de la batuta una medusa y esperar luego, con asco, a que ella temblara de pronto, se irguiera y se replegara.


III


Empezaba a hablar, a hablar sin parar, de cualquiera, de cualquier cosa, a agitarse. (¿como la serptiente ante la música?, ¿como los pájaros ante la boa? No lo sabía) Rápido, rápido, sin parar, sin un minuto que perder, mientras es tiempo aún de contenerla.


IV


Muchos eran así, como ella, parásitos sedientos y sin piedad, sanguijuelas fijas sobre los artículos que aparecían, babosas pegadas por todas partes vertiendo su jugo por las esquinas de Rimbaud, chupando a Mallarmé, pasándoselos unos a los otros y adhiriéndose con su innoble compresión al Ulysses.


V


Arrancados de la vida y privados de soporte, tenían que vagar sin meta por las calles a dormitar, con la cabeza caída sobre el pecho, en alguna plazoleta polvorienta.


VI

Sin dejar de mirarla fijamente, como fascinados, vigilaban con terror cada palabra, la más ligera entonación, el matiz más sutil, cada gesto, cada mirada; avanzaban de puntillas, volviéndose al menor ruido, pues sabían que por todas partes había lugares misteriosos.


VII


Ahora eran viejos, estaban completamente gastados, "como viejos muebles que han servido mucho, que han cumplido su tiempo y su cometido" y lanzaban a veces (era su coquetería) una especie de suspiro seco, lleno de resignación de alivio, que parecía un crujido.


VIII


Ah, henos aquí al fin todos reunidos, portándonos muy bien, haciendo lo que nuestros padres habrían aprobado, henos aquí, pues, al fin todos, correctos, cantando a coro como niños buenos que una persona mayor invisible vigila mientras juegan al corro amistosamente, dándose una manecita triste y sudorosa.


IX


Raramente se dejaban ver, se mantenían encerrados en sus pisos, al fondo de sus habitaciones oscuras y acechaban.

Se telefoneaban los unos a los otros, huroneaban, recordaban, atrapaban violentamente el menor indicio, el más leve signo.

Algunos se deleitaban recortando el anuncio del periódico que revelaba que su madre necesitaba una costurera por horas.

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