Prólogo. Cabaret Simic. Coleccionista de detritus, de festivales de seres desahuciados, creador de cajas verbales cuyos bordes están hechos de inteligencia y azar. Simic: escenógrafo de lo insólito, codicioso del extrañamiento. Escribe barras de humor para dislocar los terrenos de lo solemne: la didáctica contra la libertad. Desorientación. Parodia. Errancia.
Uno. Hotel Insomnio: "la falta de sueño es como la metafísica". Al dejar de respirar habrá un cine y un acomodador con su linterna. Fotografías de músicos a medio dormir. Percibir los objetos hasta encontrar su extrañeza. Esquinas en las que cuelgan hombres desnudos, desangrándose. Ciudades: óperas en llamas. En el equipaje de los vagabundos la historia contemporánea. La escritura: aparato de dimensiones: expedición polar, insectos y "afiches de la Muerte en cada habitación". Nuestra vida se definen por nuestro trato con las mercancías. Convertir escenas trágicas del Este de Europa en chistes mudos.
La oscura lluvia matutina
Que debía caer
Sobre una prisión y un patio escolar,
Caía en realidad
Sobre mi madre y su viejo perro.
Ahora ella arrastra lento
Los zapatos domingueros de mi padre.
El perro a su lado
Tiembla a cada paso
para no quedarse atrás.
Estoy en otro rincón, esperando
Con la cabeza afeitada.
Hotel Insomnio. Alteraciones de la percepción. Ruidos que se magnifican hasta hacerse intolerables. La memoria: fósforo que consume la ropa de papá y mamá. La escritura: postales de sordomudos que resuelven crucigramas. Leer el movimiento de los acuarios y de las jaulas de los pájaros. El paraíso: restaurante atendido por dioses en trajes verdes de terciopelo que solo hablan sánscrito.
Parecía el tipo de vida que queríamos.
Frutillas con crema a la mañana.
Sol en cada cuarto.
Nosotros caminando desnudos junto al mar.
Ciertas noches, sin embargo, algo
nos inquietaba.
Como actores trágicos en un teatro en llamas
Dos. Canciones tradicionales. Hombres y mujeres se desangran, cuelgan de las esquinas hablan de la juventud de mamá y papá, de países que se inventaron luego del Renacimiento.
Guerra
El dedo tembloroso de una mujer
Baja por la lista de víctimas
La tarde la primera nieve.
La casa está fría y la lista es larga.
Todos nuestros nombres figuran ahí.
Estudiar teología por correspondencia. Fotografiar casas deshabitadas con televisores encendidos. Insomnio: casa de empeños atendida por lectoras de la fortuna. Cerca de la carretera hay un campo de fútbol y un cementerio, algunas veces los servicios fúnebres se detienen para observar un penalti. El humor de los libros de leyes. Proteger las cucharas con preservativos fosforescentes. Usar la Geografía como un amuleto.
Los esquimales asolaban el Perú.
El abuelo peleó contra los hititas.
Mi madre vendía petardos a los beduinos.
Una noche de luna llena
Encontró al león que había comido a Tólstoi.
Éramos reclusos de un orfanato en Cracovia.
Una prisión en Panamá;
Una escuela de mendigos en Génova.
Mi hermana insistía en rescatar vaquitas de San Antonio.
Por subterráneos corredores lúgubres
Llevaba la criatura brillante y temblorosa
Sobre la uña de su dedo índice.
Nuestro Destino era un científico chiflado
Que trabajaba en un taller.
En París conocí a una dama rusa que fregaba pisos en la ópera
Con una rosa entre los dientes como Carmen.
Mi padre hacía de muerto en una película alemana.
Muda.
El pianista parecía Edgar Allan Poe con turbante marroquí.
Afuera de un motel rosado en Arizona cantamos:
“Te amamos, vida,
Aunque te ríes de nosotros todo el tiempo”.
Al día siguiente me uní a los tibetanos.
Tenían una montaña sagrada
Desde la que se podía ver Los Ángeles.
Queso de cabra sardo, aceitunas griegas,
Salchicha húngara
Sobre la mesa-
Porque la memoria da hambre.
Sobre el lomo de un tiburón dormido
Cruzamos el tormentoso Atlántico
Turnándonos para remendar el vestido de novia
de la abuela.
Que usamos como vela.
En América las pantallas de cine eran grandes
como pirámides.
Broadway era un río como el Amazonas.
Cabezas de ahogados emergían con los ojos abiertos:
Ofelias y Valentinos por doquier.
En Japón atrapaban fantasmas
Con palillos.
En Ámsterdam había un árbol de navidad en un prostíbulo.
Me paré en la esquina con los Zulúes.
Esperábamos las campanas de los locos,
El filtro de amor de la gitana,
Que llegara el general Washington a caballo
Y cabeceara en nuestra dirección.
Tres. Paisajes que no están en las guías turísticas. Objetos extraviados bajo la nieve. Vagabundos que duermen de pie. Una mujer tiende la ropa, el viento le alza el camisón, ella se cubre las nalgas. En el lote baldío dos niños encontraron un traje de astronauta, lo vendieron por 100 dólares, fueron los héroes nacionales por tres minutos.
Después de la carnicería
Que tiene la cabeza de cerdo en la vidriera
Y el perro que espía
Por la cerradura.
Después del sex-shop,
Hay un hombre despierto
En un cuarto extraño
Con la boca abierta
Como un muerto,
Tratando de recordar
Cómo fue que llegó hasta ahí.
Hotel Insomnia
Charles Simic
Traducción: María Negroni & Federico Barea
Prólogo: María Negroni
Zindo&Gafuri
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