Mi dulce vieja etcétera,
tía Lucy, durante la reciente
guerra podía y, lo que
es más, solía decir precisamente
por
qué todo el mundo peleaba;
mi hermana
Isabel creaba cientos
(y
cientos) de escarpines para no
mencionar camisas a prueba de pulgas, orejeras,
etcétera, puños, etcétera; mi
madre tenía esperanzas de que
yo muriera, etcétera,
valientemente, por supuesto; mi padre solía
enronquecer hablando de cómo era
un privilegio, y, ah, si él
pudiera; entretanto, mi
persona etcétera yacía tranquilamente
en el hondo lodo et-
cétera,
(soñando,
et-
cétera, con
tu sonrisa,
ojos, rodillas y tu etcétera).
e. e. cummings
e. e. cummings
Antología de la poesía norteamericana.
José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal (Compiladores y traductores).
Siglo XXI.
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