8/07/2017

La vida de los animales. J. M. Coetzee.












Podría preguntar qué entiende santo Tomás cuando habla de la esencia de Dios, a lo cual él respondería que la esencia de Dios es la razón. Igual que Platón e igual que Descartes, aunque cada uno a su manera. El universo se cimienta sobre la razón. Dios es un Dios de razón. El hecho incuestionable de que mediante la aplicación de las leyes de la razón hayamos llegado a entender las reglas que rigen el universo nos demuestra que la razón y el universo participan de una misma esencia. Y el hecho de que los animales, desprovistos de razón, no puedan comprender el universo y hayan de obedecer ciegamente esas reglas, nos demuestra que, al contrario que el hombre, son parte del universo, pero no parte de su esencia: el hombre es semejante a Dios y los animales son semejantes a las cosas. 
Al propio Immanuel Kant, del cual me hubiera esperado cosas mejores, le falta el aplomo adecuado en este asunto. Ni siquiera Kant se propone seguir, en lo tocante a los animales, las implicaciones de su intuición fundamental, eso es, que la razón tal vez no sea la esencia del universo, sino que, por el contrario, tan solo sea la esencia del cerebro humano.
Y ese, ya lo ven ustedes, es el dilema que afronto esta tarde. Tanto la razón misma como una experiencia vital de siete décadas me indican que la razón no es ni la esencia del universo ni mucho menos la esencia de Dios. Muy al contrario, a mí la razón se me antoja sospechosamente la esencia del pensamiento humano; es como la esencia de una sola tendencia del pensamiento humano. La razón es la esencia de un determinado espectro del pensamiento humano. 






J. M. Coetzee
Las vidas de los animales.
Mondadori. 





No hay comentarios: