2/03/2016

Witold Gombrowicz


















Yo no era nada, por lo tanto podía permitírmelo todo.







Cuanto más inteligente se es, más estúpido.






No sé quién soy, pero sufro cuando me deforman, eso es todo.






Estaba paseando por la avenida de eucaliptos, cuando se me apareció de repente, detrás de un árbol, una vaca. Me detuve y nos miramos en el blanco de los ojos. En este punto su bovinidad sorprendió mi humanidad y me sentí confuso en tanto que hombre, es decir, en mi humana especie [...] Yo había permitido que la vaca me mirara  y que me viera -esto nos hizo iguales- y de golpe yo mismo me convertí en animal, pero un animal extraño, casi diría prohibido.






El escándalo es que todavía no tenemos una lengua para expresar nuestra ignorancia.







Cuando Mastronardi, muy calmo, muy tranquilo - no es posible imaginarlo de otro modo-, le decía "Buenas tardes, Gombrowicz". Entonces Gombrowicz le contestaba "Cálmese, Mastronardi", porque ya decirle "buenas tardes" le parecía un exceso de sentimentalismo latinoamericano [Fragmento de un ensayo de Ricardo Piglia].





Fotografía de Andrea Estrada.






No hay comentarios: