7/06/2015

El velador de Vallejo


















No he leído un solo poema de Vallejo y sin embargo es el poeta que mejor conozco. No lo he leído en sus libros sino en los artículos de quienes  han escrito sobre él y citan partes de sus poemas, rara vez un poema entero. Cuando esto último ocurre aparto instintivamente la mirada. Tengo todos los versos de Vallejo en la cabeza, leídos infinidad de veces, pero no he leído un solo poema suyo, lo he amado desde el comienzo a base de citaciones, o sea de fragmentos, sin enfrentarme nunca a un poema completo, quizá por el temor de que los poemas de Vallejo no me gusten tanto como sus versos o porque temo quedarme pasmado en el primero que lea y no pueda salirme de él. No hay un solo verso de Vallejo que no haya sido citado en la vasta bibliografía crítica que existe sobre su obra. Conozco esa bibliografía al dedillo, no por un afán de erudición (qué clase de erudito podría ser, si nunca he leído uno solo de sus poemas?), sino porque me he acostumbrado a leer a Vallejo a través de otros lectores, buscando sus versos en los intersticios de la prosa académica de sus críticos, como quien busca pepitas de oro en una mina, y mi familiaridad con su obra es tan profunda, que casi siempre adivino cuáles de sus versos traerá a colación el estudioso en turno para ilustrar lo que viene afirmando. De hecho, aunque no he leído sus poemas, s´e perfectamente cómo están hechos y podría reconstruirlos colocando cada verso en el lugar que le corresponde y también podría reconstruirlos de una manera que el propio Vallejo nunca imaginó y que quizá no le desagradaría del todo. Como sea, no me cabe la menor duda de que estoy compenetrado con sus versos como ni él mismo lo estuvo, abstraído como estaba por sus poemas. Me siento así el auténtico velador de sus palabras, como quien sigue a un hermano mayor que se aventura por las habitaciones de un palacio y, para cuidarle la espalda y advertirle de algún peligro, se queda en el umbral de cada una, renunciando a conocerlas íntimamente y, por eso mismo, por no distraerse con ninguna de ellas, conoce el palacio mejor que nadie. 




El lenguaje materno.
Fabio Morábito.







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