11/10/2013

Dédalo













Enterrado vivo
en un infinito
dédalo de espejos,
me oigo, me sigo,
me busco en el liso
muro del silencio.

Pero no me encuentro.

Palpo, escucho, miro. 
Por todos los ecos
de este laberinto,
un acento mío
está pretendiendo
llegar a mi oído...

Pero no lo advierto.

Alguien está preso 
aquí, en este frío
lúcido recinto,
dédalo de espejos...
Alguien, al que imito.
Si se va, me alejo.
Si regresa, vuelvo.
Si se duerme, sueño.
"¿Eres tú?" me digo...

Pero no contesto.

Perseguido, herido
por el mismo acento
-que no sé si es mío
con el eco mismo
del mismo recuerdo,
en este infinito
dédalo de espejos
enterrado vivo.






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