11/08/2013

Antiedipo














Freud no soportaba ni una simple broma de Jung, como aquella de que Edipo no debía tener existencia real ya que incluso el savaje prefiere una mujer joven y bonita antes que a su madre o a su abuela. Si Jung lo traicionó todo no fue, sin embargo, por esta broma, que puede sugerir tan sólo que la madre funciona como una bella muchacha o la bella muchacha como madre, siendo lo pirncipal para el salvaje o para el niño el formar y hacer marchar sus máquinas deseantes, hacer pasar sus flujos, operar sus cortes. La ley nos dice: No te casarás con tu madre y no matarás a tu padre. Y nosotros, sujetos dóciles, nos decimos: ¡luego esto es lo que quería! ¿Llegaremos a sospechar que la ley deshonra, que está interesada en deshonrar y en desfigurar al que presupone culpable, al que quiere culpable, al que quiere que se sienta culpable? 











Hacemos como si se pudiese deducir directamente de la represión la naturaleza de lo reprimido, y de la prohibición, la naturaleza de lo prohibido. Ahí radica típicamente un paralogismo, todavía uno más, cuarto paralogismo que habrá que llamar desplazamiento. Pues sucede que la ley prohíbe algo perfectamente ficticio en el orden del deseo o de los "instintos", para persuadir a sus sujetos que tenían la intención correspondiente a esta ficción. Incluso es la única manera como la ley puede morder al inconsciente y culpabilizarlo. En una palabra, no nos encontramos ante un sistema de dos términos en el que se podría deducir de la prohibición formal lo que está realmente prohibido. Nos encontramos en un sistema de tres términos en el que esta deducción se convierte por completo en ilegítima. Debemos distinguir: la representación reprimente, que ejerce la represión; el representante reprimido, sobre el que realmente actúa la represión; lo representado desplazado, que da de lo reprimido una imagen aparente y trucada en la cual se considera que el deseo se deja prender. 












Edipo es esto, la imagen trucada. La represión no actúa sobre él, ni conduce a él. Ni siquiera es un retorno de lo reprimido. Es un producto facticio de la represión. Es sólo lo representado, en tanto que es inducido por la represión. Esta no puede actuar sin desplazar el deseo, sin levantar un deseo de consecuencia, preparado para el castigo, y colocarlo en lugar del deseo antecedente al que conduce en principio o en realidad ("¡Ah, luego era esto!"). Lawrence, que no se enfrenta a Freud en nombre de los derechos del Ideal, sino que habla en virtud de los flujos de sexualidad, de las intensidades del incosnciente, y que se entristece y se espanta de lo que está haciendo Freud cuando encierra la sexualidad en la guardería edípica, presiente esta operación de desplazamiento y protesta con todas sus fuerzas: no, Edipo no es un estado del deseo y de las pulsiones, es una idea, nada más que una idea que la represión nos inspira en lo concerniente al deseo, ni siquiera es un compromiso, sino una idea al servicio de la represión, de su propaganda o de su propagación.











"El móvil incestuoso es una deducción lógica de la razón humana que recurre a este último extremo para saslvarse a sí misma... Es primero y sobre todo una deducción lógica de la razón, incluso efectuada incoscientemente y que a continuación es introducida en la esfera pasional en la que se convierte en principio de acción... Ello no tiene nada que ver con el inconsciente activo, que centellea, vibra, viaja... Comprendemos que el inconsciente no contiene nada de ideal, nada que pertenezca al mundo de un concepto, y por consiguiente nada personal, puesto que la forma de las personas, del mismo modo que el ego, pertenece al yo consciente o mentalmente subjetivo. De modo que los primeros análisis son, o deberían ser, tan impersonales que las relaciones llamadas humanas no se pongan en juego. El primer contacto no es ni personal ni biológico, hecho que el psicoanálisis no ha llegado a comprender". (DH Lawrence)









Los deseos edípicos no están en modo alguno reprimidos, ni tienen que estarlo. Mantienen, sin embargo, una relación íntima con la represión, pero de otra manera. Son el cebo, o la imagen desfigurada, mediante la cual la represión caza al deseo en la trampa. Si el deseo está reprimido no es porque sea deseo de la madre y de la muerte del padre; al contrario, si se convierte en este tipo de deseo es debido a que está reprimido, y sólo adopta esta máscara bajo la represión que se la modela y se la aplica. Por otra parte, podemos dudar de que el deseo sea un verdadero obstáculo a la instauración de la sociedad, como dicen los partidarios de una concepción cambista. Hemos visto a otros... El verdadero peligro radica en otro lugar. 










Si el deseo es reprimido se debe a que toda posición de deseo, por pequeña que sea, tiene motivos para poner en cuestión el orden establecido de una sociedad: no es que el deseo sea social, sino al contrario. Es perturbador: no hay máquina deseante que pueda establecerse sin hacer saltar sectores sociales enteros. Piensen lo que piensen algunos revolucionarios, el deseo en su esencia es revolucionario - el deseo, ¡no la fiesta!- y ninguna sociedad puede soportar una posición de deseo verdadero sin que sus estructuras de explotación, avasallamiento y jerarquía no se vean comprometidas. Si una sociedad se confunde con sus estructuras (hipótesis divertida), entonces, sí, el deseo la amenaza de forma esencial. Para una sociedad tiene, pues una importancia vital la represión del deseo, y aún algo mejor que la represión, lograr que la represión, la jerarquía, la explotación, el avasallamiento mismos sean deseados. 










Es bastante molesto tener que decir cosas tan rudimentarias: el deseo no amenaza a una sociedad porque sea deseo de acostarse con su madre, sino porque es revolucionario. Lo cual no quiere decir que el deseo sea algo distinto de la sexualidad, sino que la sexualidad y el amor no viven en el dormitorio de Edipo, más bien sueñan en algo amplio y hacen pasar extraños flujos que no se dejan acumular en un orden establecido. 






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