6/24/2013

VHS











a la salida del cine, la tarde anterior, no se acuerda de la película, se acuerda de los caramelos de ananá, y la música del principio, la cara de su madre riéndose a medias, sólo cuando ella se reía

cuando caminaba pisando las sombras, jugando a esquivar el sol, las manos en los bolsillos, el ruido de las ruedas cuando paraba de llover

ese yo hablando para dejar todo igual, porque le había gustado el ruido que hizo, la forma suspendida que dejaba










ese yo que responde y el lugar donde aparece

la pirámide de latas de duraznos, no cuando se cae, sino doce segundos después, su abuela la está retando, su hermana la mira con burla

muy al principio, cada vez, cuando queda al descubierto

los gritos de su abuela y el lugar vacío que los gritos marcan










ella y la forma donde resumir la forma de pasar, otra casa sin muebles, completamente vacía, demasiado rápido, sin dejar de mirar las baldosas, las manos en los bolsillos, ella frente a cámara diciendo que no estaba

un oráculo improvisado (una pelota, una piedra, la cáscara de una naranja) que nunca decía lo que tenía que deicr y que ella siempre corregía

en las calles de, justo cuando, y la suerte que responde, como el encuentro de un personaje con otro en alguna parte de alguna novela










una pregunta que se responde con otra y las manos abiertas sobre la cara, con ese gesto de miedo que se filtra entre las manos

- esa versión zombie de mí

- yo tres días en un traje de astronauta

saltar el principio y quedarse, hacer distintas versiones de lo mismo: hay una versión más o menos cómica, y otra con juguetes, una vez hicieron una versión completamente blanca (sábanas, paredes, papel higiénico, harina y jabón en polvo, pasta de dientes)








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