3/12/2013

el país del que viene quién sabe si existió alguna vez









Angelina (fragmento)


- Prende la estufa.
- Sí, señora.
Angelina es breve y requemada.
Las marcas de sol. No son de sol.
Sí son.
Son preludios del cáncer. Son herencia.
Sobre la hornilla, el aceite bulle en iras.
Esta cocina casi pasillo, casi tránsito a otro mundo mucho menos azul y más de orquídeas, de pereza, de flores más lentas que la tarde, humedades profundas, corruptoras, colibríes, cruás allá en lo alto, a contraluz.
Angelina va friendo camarones.
Guarda uno, come tres;
guarda uno, come tres.
Guarda uno.
--------------Come
...........................tres.
Angelina tiene el hambre de su abuela;
más allá:
tiene el hambre de la abuela
de su abuela.
Y un historial de retirarse y retirarse bajo el crepitar de décadas de sol,
sobre el fulgor insano de una tierra
más quebrada
que sus pechos.
No es la lengua, es el Nordeste el que le lame los dedos a Angelina:
la seca esparce sal sobre su presa.
Y son tan buenos estos camarones.
Los subterráneos del hambre lloran - sí, pero no siempre- caldo de sopa.
Lloran también esta charola
tan abundante y gris de camarones.
Lloran la madurada tersura de los libros.
Y lloran las rosas -cómo no- las rosas.
Y llorarán siempre hasta que el fuego.





Batalha da praça da Sé, 1934 (fragmento)




Podía decir también tu cuerpo: gracias,
señores del Departamento de Odem Política e Social
por perseguir a mi padre,
meterlo en la celdita ésa con otros veinte,
interrogarlo los martes con las manos atadas al respaldo,
amedrentarlo para siempre con gritos de tortura y bocas de AK47;
y gracias al habeas corpus por soltarlo y al A.I.5 por perseguirlo
de nuevo:
os debo mi existencia -diría tu cuerpo-,
y algo de razón tendría, aunque
no toda causa debe agradecerse, sobre todo si de ella
resulta 
esta oscura servidora:
polvito de hojarasca entre las ruedas.










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