11/06/2012

Camarones










Esto se ha vuelto un poema largo,
un amor largo:
ella entra al supermercado Wal-Mart,
como hay que decir en la poesía de hoy,
me harta la poesía de hoy,
ojalá fuera de ayer o de mañana,
nombrar el mundo bautizado
es más triste que la tristeza, sin embargo
ella marchita al duelo cuando entra
al supermercado Wal-Mart y ve
camarones en una bandeja
contra los rojos de la carne, crudos,
baratos, treinta pesos, y ve
su fino gris, los compra
y en la cocina de la casa,
en sus aires que merecen una felicitación y 
el séquito del café lava un mundo
donde el reloj ni piensa en su catástrofe,
ella se sentó, los peló, los marinó
en soya, ajo, salsa de ostras, unos chiles antiguos,
los dejó navegar hacia una playa
en la que Judas nunca pudo entrar,
les puso un rebozo blanco con
los reclamos del huevo y de la sal, y
los frió mientras olvidaba
cigarrillos prendidos en una teoría política.
Así recuerda que me ama.
Las frutas del mar viven oscuras
en su extinguida eternidad.




No hay comentarios: