extraje de la vaina mi corta daga de cazador y de un solo golpe introduje la hoja hasta la empuñadura en el cuello terso y reluciente de mi caballo andaluz, cayó a mis pies con los ojos ya oscurecidos por el velo de la muerte, blanco e inmenso, los temblores de la agonía sacudían su vientre y sus ágiles piernas nerviosas
9/18/2012
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