7/02/2012

el último telegrama llegó de australia



















esta mañana mi hermano buscaba
algo en los cajones escudriñó 
en el buró en los bolsilllos de sus sacos
de sus abrigos y con la cabeza y las manos
en el ropero sacó todo lo que había
puso de cabeza la cocina
pasaba de una recámara a otra
sin verme
cuando empezó a esculcar mi cama
entonces le pregunté ¿qué quieres?
no sé antes buscaba un clavo
luego un botón
después quería prepararme un café
y ahora tengo ganas de que digas algo
aunque sea una tontería
















tengo la impresión de que la avaricia
no es un defecto si ocurre en la vejez
cuando el aburrimiento ya está dentro del cerebro
me salvé a los setenta años
cuando a las seis de la tarde empecé a apagar las luces
y mi hermano se tropezaba por doquier
ahora recojo los fósforos apagados
pueden usarse con algodón para limpiarse los oídos
en suma de la madrugada a la noche
estoy ocupadísimo
quiero que mi hermano no se exceda con el azúcar
en la leche y yo que soy goloso de miel
lamo una cucharita los domingos
de pie en medio de los dos póstigos de mi despensa
nada de mantel usamos un pedazo de papel
que luego sirve para prender la chimenea
si alguien se para en la noche 
es suficiente una vela y el otro se queda en lo oscuro
así pasa una hora pasan dos pasa un mes
y la cabeza trabaja












hubo una voz que nos despertó
más que una voz normal era un grito
un nombre tal vez el mío abrimos la ventana
y no hay nadie ni en las recámaras
ni en el desván bajo las camas en medio de la calle
¿soñaríamos? pero ¿cómo es posible
soñar los dos con la misma cosa?
así que era una voz en la oscuridad
¿una voz de hombre o de mujer?












ahora los dos hermanos están enterrados bajo el roble
cerca de la cruz chueca de la condesa
que tenía cuarenta predios
y un calesín con ruedas de hule
de pascua hasta navidad los dos hermanos se habían encerrado del todo
y no sacaban ni un dedo fuera de la ventana
luego se supo que uno de los dos
tenía al otro adentro de un cuchitril a pan y agua
tartamudeando blasfemias
cuando la monja enfermera
tiró la puerta
parecían bolsas de basura
y en el hospital no llegaron a cumplir una semana
estaban tendidos en dos camitas
separados apenas por una silla
sin verse a la cara
pero agarrados de la mano









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