4/10/2012

nocturno









De tu ligera planta
el curso, Fénix rara,
para, para;
mira que se adelanta,
en tan ligero ensayo,
a la nave, a la cierva, al ave, al rayo.
¿Por qué surcas ligera
el viento transparente?
Tente, tente,
consuélanos si quiera;
no nos lleves contigo
el consuelo, el amparo, el bien y abrigo.
Todos los elementos
lamentan tu partida;
mida, mida
tu piedad sus lamentos;
oye en humilde ruego
a la tierra, a la mar, al aire, al fuego.
Las criaturas sensibles
y las que vida ignoran,
lloran, lloran,
con llantos indecibles,
invocando tu nombre
el peñasco, la planta, el bruto, el hombre.
A llantos repetidos
entre los troncos secos,
ecos, ecos,
dan a nuestros gemidos,
por llorosa respuesta,
el monte, el llano, el bosque, la floresta.
Si las lumbres atenta
hacia el suelo volvieras,
vieras, vieras
qué triste se lamenta
con ansia lastimosa
el pájaro, el cristal, el pez, la rosa.
Mas con ardor divino
ya rompiendo las nubes,
subes, subes
y en solio cristalino
besan tus plantas bellas,
el Cielo, el Sol, la Luna, las Estrellas.
Ya Espíritus dichosos
que el Olimpo componen
ponen, ponen
a tus pies generosos,
con ardientes deseos,
coronas, cetros, palmas y trofeos.
No olvides, pues, Gloriosa,
al que triste suspira;
mira, mira
que ofreciste piadosa
ser, de clemencia armada,
auxilio, amparo, Madre y Abogada.





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