7/25/2016

Martín Gambarotta. Seudo (II).






















Nadie escucha a nadie.

No sé
lo que estás diciendo
pero deben ser
as mismas
pelotudeces de siempre.

A la salida de una escuela le dicen
mogólico a un pibe católico.
Mogólico, mogólico. Mogó-
lico. Así que sos católico.






Uno de esos días donde hay que
prender luces a las 10 de la mañana.






No era Corea 88 era Seúl 88.
En la política real del invierno
apoyados contra la puerta de cemento
disputaban el poder por el poder mismo
-cada círculo tenía su rey.
La ley del menor sonido les daba 
una visión deshuesada de las cosas.
A qué querían llegar. Al casino de la perfección.






Xin Di ecualiza
temas con el bajo alto
en su equipo.

Bei Dao lee
una edición 
de sus mentiras.

Zhang Khuo mea
en una botella
de Sprite.

Gong Xi hace
ejercicios 
de respiración.






En calle Padilla
unos chinos vestidos de pachucos
se reparten nombres: vos Zhang Cuo
te llamás Francisco, vos Xin Di
te llamás Diego, vos Gong Xi: pacino;
y yo Bei Dao me llamo Pseudo.

En los balcones
las viejas preocupadas
del qué dirán
escuchan éxictos de Serú Girán.
Después, discuten
porque todos quieren llamarse Diego
y le dicen a Bei Dao
que Pseudo no es un nombre. 






Tendrías que ver a los de mi barrio
qué buena gente
los jóvenes ávidos de lectura
los viejos defendiendo la dictadura
y las dulces criaturas
en la cama, por supuesto.

Mi abuelo el general hizo fortuna poniendo
muebles de desaparecidos a la venta
y ahora habla pestes de 1970.






Cae de visitas el que sabe de plantas.
Toda la noche la pasamos hablando de plantas
de raíces, de tallos, de hojas, de los insectos
que se hacen pasar por hojas.
Sabe los nombres en latín, sabe lo que esos
nombres significan. No tiene que ir
a consultar una enciclopedia.





Martín Gambarotta.
Seudo.
Liliputienses.



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