10/18/2013

Restaurante Vegetariano
















A los vegetales se entra
con  hambre de animal longevo y apacible, y lentamente
se acaba
la lechuga.

A la carne se va distinto, se ingresa a ella
con ansia orgánica, casi disputándola
             como si fuera carne
del día de la resurrección, y se acaba
el bife.

Recuerdas:
para que tú vivieras
tu familia depredaba la tierra para ti,
pollos patos reses cuyes cabritos carne
para convalecer y durar.

El alimento en la boca te relaciona
con el mundo. Hay días de felino
y días de paquidermo. Hoy sean bienvenidas
las benéficas ensaladas, la suave soya y las frutas
                    aunque tarde:
ya cincuenta años que comes carne 
                      y estás eructando miedo.

Pero hay días que no tienes carnes ni vegetales
sino arena en la lengua. Te explicas: tal vez has comido
una sequedad inicial, insidiosa, de pecho, y nunca
se acaba, el desierto 
nunca se acaba.





LA PARED

Había una pared de adobe
sin revestimiento donde se apoyaba mi cama.
En la madrugada, mi nariz contra la pared
aspiraba su olor profundo: tierra
traída de la encañada donde se etretejían,
como en un arabesco, raíces muertas de pasto.

A mis espaldas mi familia dormía hacinada
como una tribu acampada en un lugar ruinoso.

Entronces yo ponía mi lengua en la pared
para dejar una mancha húmeda antes de irnos.







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