Mi madre se quedaba sentada cosiendo.
Mi hermano pequeño dormía
y yo en soledad niño entre árboles de mango
leía la historia de Robinson Crosoe
larga historia que no tenía fin.
Al mediodía de luz blanca una voz aprendió
a arrullar en los distantes acasillados de negros
-y que nunca se olvidó
llamaba para el café.
Café negro más que una negra vieja
café delicioso
buen café.
Mi madre se quedaba sentada cosiendo mirándome:
- Shit... No despiertes al niño.
Detén la cuna donde se paró un mosquito.
Y daba un suspiro... ¡qué hondo!
Allá lejos mi padre cabalgaba
en el matorral sin fin de la hacienda.
Y yo ignoraba que mi historia
era más bella que la de Robinson Crusoe.
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