12/01/2010

aquest país té bosses de plastic per l'oblit




principios y finales

un tiempo fui una chica con futuro.
podía leer a horacio y a virgilio en latín
y recitar a kets completo de memoria.
al entrar en sus cuevas, los adultos
me capturaron: comencé a parir
hijos de un hombre estúpido y creído.
ahora cuando puedo lleno el vaso
y lloro al recordar algún verso de keats.
una no sabe, cuando es joven,
que no hay lugar alguno
donde poder quedarse para siempre.
y le parece extraño sino llega
aquel o aquella en quien hallar descanso.
una ignora, de joven, que los principios
no se parecen nunca a los finales.









en un restaurante

conversar se va haciendo más tedioso,
siempre en torno al dinero, los vinos, la cocina,
futilidades de esas sombras vulgares y espantosas
en que nos hemos ido convirtiendo.
facha: tienes la sangre roja, jódete.
está escrito en el muro del lavabo.
siento como un relámpago aquel grito.
vuelvo a ser aquel joven
de un tiempo, en teoría, pobre y triste.
los policías, con abrigo gris,
penetraban a veces, a caballo,
en la universidad. y saltan chispas,
de pronto, al resbalar las herraduras,
y, dentro de un lavabo, un hombre ya mayor,
siente como lo salvan las batallas perdidas.









el banquete

con los fémures rotos bajo el peso
de sus noventa años, desconfiada y voraz,
mi suegra vigilaba, y el cobarde del suegro,
bajo su obesidad, en diez lenguas callaba.
mi hijo, con un pozo oscuro y frío
en su cabeza, absorto se atracaba
mientras miraba la televisión.
mi hermano se mataba engordando, y gritaba
sucias procacidades a los manteles blancos.
mis padres parecían disecados,
mudos de tanto odiarse,
y con la soledad terminal en sus caras.
un banquete moral, repugnante y fantástico.
tú, con nuestra amistad salvada del naufragio,
sonriente me mirabas: sin embargo,
tantos años de monstruos han sido implacables.















sueño de una noche de verano

hemos parado el coche
junto a este largo muro de cipreses.
hace treinta años que vivimos juntos.
yo era un chico inexperto, tú una chica
desamparada y cálida.
sombras de la última oportunidad
van cubriendo la luna.
soy un viejo inexperto.
tú, una mujer mayor desamparada.






faros en la noche

intento seducirte en el pasado.
las manos al volante y con la luz
de club nocturno del tablier, de nuevo
- fantasía invernal - bailo contigo.
surgiendo por detrás, como un camión,
el pasado hace ráfagas de luces.
no lo conduce nadie y me adelanta,
pero ahora tú y yo viajamos juntos,
y el coche puede ser el dos caballos
de los años sesenta hacia parís.
je ne regrette rien, canta edith piaf.
bajo la ventanilla, entra la noche.
el mañana, de frente, a gran velocidad,
cruza y me ciega sin bajar las luces.







concierto en el europa

podría ser contable o profesor,
pero, hace cuarenta años, tocó con charlie parker.
todos somos contables, profesores,
pero existe el instante en el cual uno
puede escapar de la derrota.
bajo las cejas blancas, cierra los ojos
y sus labios despiertan
el sonido del saxo, como una alarma aérea.
tras el solo, se sienta
y, dándose masaje en las rodillas,
sonríe y sigue el ritmo de la música
moviendo la cabeza.
sostiene el saxo entre sus brazos,
el fusil de un soldado que descansa,
en su última noche, antes de la batalla.




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embraceable you

qué triste escuchar gershwin sin poder abrazarte.
somos el blanco y negro de una vieja película:
las parejas bailando, y los barcos de guerra
que han de zarpar al alba. quizá fui aquel muchacho
que pereció en combate y tú aquella muchacha
que nunca olvidaría la canción.
vivimos en la sombra su mañana perdido
en oscuros bailables. pero hoy, aquella música
se escucha en los conciertos y no la baila nadie.
equivocados de época, destruimos los recuerdos.
la fiesta está acabando: guarda el último baile
- la luz de oro del saxo y una pieza de gershwin -
para cuando se acerque la hora de embarcar en el buque de guerra.






una literatura

a las cinco, una fría madrugada,
seis años antes de que yo naciera,
pla abría la ventana y escuchaba
el primer ruiseñor.
parecía extinguirse fatigada
cada estrella,
escribió.
yo tan sólo era parte de la sombra,
pero hoy, al leerlo, me cautiva
igual que si evocase algún recuerdo.
él es quien hoy está silencioso en la noche
mientras camino por su prosa,
que será un día para mí, la única
geografía posible, un lugar
como una patria y una gente, incluso
una literatura.


incitación a la posteridad

si ya no puedes escribir ni amar,
y buscas un lugar para morir,
basta una habitación de hotel barato.
manda que no te pasen los avisos,
paga dos noches por adelantado.
mezclados con alcohol, has de servirte,
de vesperax o tofranil, tres gramos,
y, en caso de cianuro sólo un cuarto.
muerto de lujo, alcanzarás el rango
de poeta maldito.
deja escrita una nota desolada.
si es posible, un poema inacabado.
al vacío escenario, para ti,
llegará un foco: la posteridad.



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raymond chandler

cada uno es una novela negra.
el dolor es el crimen y, amar a una mujer,
el detective duro y honrado del relato.
dormirse fatigado, oyendo a alguien que llora,
necesitar dinero, quedarse sin trabajo,
es la comisaría donde nos interrogan
tan sólo acerca de la soledad.
y nadie es inocente: tras la puerta
de los ojos se juega hasta la madrugada.
un amor fracasado es volver a un barrio pobre
y dormir solo en un hotel por horas.
los recuerdos son huellas digitales
en el lugar del crimen, pruebas falsas,
montajes de corruptos policías.
somos calles ocultas por la niebla,
escenarios de un
thriller.




poética

alguien que mide versos. que, de vallejo, guarda soledad en los huesos.
alguien que, con la muerte de espriu dentro del alma,
se encomienda a la sombra de quevedo
mientras que, con el húmero, mueve la estilográfica
para escribir la letra de un bolero.
si nunca nadie riese ni llorase
con algún verso de estos que me invento,
¿dónde lleva esta historia? -pensaría-.
es por los hijos muertos,
por los amores sin mañana:
por el mañana que amenaza
como un arma. por toda la extensión
del nebuloso mal que no es noticia.
por todo esto se escribe la poesía
.


ternura de fondo

en viejas grabaciones de jazz me gusta oír
los rumores que llegan desde el público.
alguien grita con voz enronquecida,
feliz por el trabajo de los músicos.
hay aplausos; alguna copa rota.
el pulso del local en el suburbio
de una ciudad del sur. momentos únicos
que cada vez regresan del pasado.
algo muy parecido debe de ser la vida
más allá de la muerte: el perdido
rumor de voces de una noche de música.
quizá el alma inmortal sea el instante
preciso, frágil, breve, cuando un vaso
tintinea en un viejo disco de jazz.


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horarios nocturnos

acostado contigo, oigo pasar los trenes,
y sus ventanas cruzan encendidas mi frente
rasgando el terciopelo de esta noche.
la pausa de silencio me deja una luz roja,
la nota en el pentagrama de cables y de vías
oscuras y brillantes. acostado contigo,
oigo cómo se alejan con el ruido más triste.
quizá me he equivocado no subiendo a uno de ellos.
quizá el último acierto sea -abrazado a ti -
dejar pasar los trenes en la noche.




el último asalto

el ring bajo los focos, el sudor
de los cuerpos desnudos. gritos. lucha libre.
fui un asiduo cliente, a mis diez años,
de aquel bullicio matinal del price.
años más tarde, fue la poesía
la que subió a la lona,
y resonaron gritos de otra lucha.
después, las sillas fueron quedándose vacías.
pasó el tiempo y al fin fue derribado.
hoy se levanta allí un bloque de pisos.
de noche, las ventanas encendidas
son el ring donde espriu alza su brazo,
sudoroso y desndudo, y ferrater
está desabrochando su albornoz:
es el último asalto en el price del olvido.




la libertad

es la razón de nuestra vida,
dijimos, estudiantes soñadores.
la razón de los viejos, matizamos ahora,
su única y escética esperanza.
la libertad es un extraño viaje.
son las plazas de toros con las sillas
sobre la arena en las primeras elecciones.
es el peligro que, de madrugada,
nos acecha en el metro,
son los periódicos al fin de la jornada.
la libertad es hacer el amor en los parques.
es el alba de un día de huelga general.
es morir libre. son las guerras médicas.
las palabras república y civil.
un rey saliendo en tren hacia el exilio.
la libertad es una librería.
ir indocumentado.
las canciones prohibidas.
una forma de amor, la libertad.
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primum vivere

todo el día ha vendido enciclopedias
por barrios del suburbio.
ha subido escaleras con vaho de cocinas
y con gritos de hombres y mujeres
por la falta de espacio y de futuro.
oyendo ladrar perros, llorar niños,
se ha hecho más pesada la cartera.
se ha sentado en un banco a descansar.
abre la enciclopedia
y se pone a mirar estatuas griegas,
aquella indiferente nobleza de los clásicos,
el cuerpo humano, monstruoso, efímero,
que el mármol vuelve tolerable y lógico.
las esculturas son una victoria,
pero lejana: tanto, que prefiere
mirar hacia el bullicio, la colada tendida,
los rojos y los tierras
que hay, como en un tiziano,
para quien sabe verlos, en la calle.



1957: esbozo de j. wukmir

serbio o croata - no lo matizábamos -,
lobo estepario con un nombre falso,
vivió en pequeños cuartos de alquiler
de algún barrio tranquilo.
siempre en casas burguesas y ordenadas,
callados pisos a donde llevar
un pequeño pick up con las sonatas
de mozart y un gastado tablero de ajedrez.
un viejo al que el recuerdo le pesaba
como en su frente el ala del sombrero.
vivía pobremente de contable
y su lujo tan sólo era el favor
de alguna amiga, ya de cierta edad,
sin amor, que aceptó muy pocas veces.
buscado y condenado en su país,
¿de qué niebla y qué tanques escapaba
desde belgrado? nos agradecía
que le tratáramos de profesor.
quién sabe si lo era: fue un amigo
y un maestro, y al cabo de unos años,
murió cansado y solo
como los derrotados personajes
de las viejas novelas de remarque.
cuando paseo por aquellos barrios,
recuerdo siempre su perfil eslavo,
sensual y astuto, frente al ajedrez,
que no fue nunca, para él, un juego,
sino la lucha, la fatalidad.


el oráculo

eres tú cuando niño, con un cazo.
en el pequeño matadero, aguardas
a que te vendan sangre.
hay, sobre el suelo de cemento, un banco
con las cabras tendidas en hilera,
balando, atadas y ofrecido el cuello.
bajo una de ellas has dejado el cazo.
es negra y suave. con parsimonia, un hombre
armado de un punzón, la ha degollado.
como ocurría en delfos, el mensaje
del chorro rojo golpeando el cazo
con el mismo sonido que ahora escuchas,
fue difícil y oscuro, y has tardado
cuarenta años en interpretarlo.
lo haces ahora, mientras meas sangre.


vida social

idealizabas esta soledad
de escuchar música, de la lectura,
de pasear en invierno junto al mar.
pero la soledad es una lluvia
que ensucia los cristales de este tren de los años.
la soledad es la palabra dura
del agrio malhumor de la familia.
es la ley del azar, oscura, injusta.
es no tener dinero, es tener miedo.
es el sexo, una extraña pista falsa
que conduce al más cruel de los espejos.
es no tener excusa por lo que no has vivido
ni esperanza en aquello que nunca vivirás.


fulgores

nada ni nadie es la poesía.
ni el personaje solo en una roca
que mira los embates
del mar. ni el mar, lo único
que ha perdurado en la mitología.
poesía no eres tú. ni los crepuúsculos,
ni el inútil prestigio de la rosa,
ni haber escrito el verso más triste alguna noche.
nada ni nadie es la poesía.
ni el ínfimo temblor de las estrellas,
ni mármol y ceniza, reunidos por los clásicos,
ni los muelles al alba, ni las hojas muertas,
ni escuchar la canción
les feuilles mortes.
nada ni nadie es la poesía.
ni las cartas de rilke, ni venecia,
ni la bala en la sien de maiacovski,
ni la luz del farol entre la niebla
donde siempre esperará lili marlene.
nada ni nadie es la poesía,
pero ella es quien me salva de este monstruo
que acecha en un lugar dentro de mí,
la bestia que me hace compañía.


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