11/25/2010

es imposible no convertirnos en monstruos

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teólogo en la ventana


este cerrado dolor de cabeza
causado por la presión del mundo visible
reclama un significado.
pero la visión de la calle desde mi ventana
solo ofrece alternativas a una apariencia dislocada
hecha de fragmentos trémulos, colores dudosos
y un sufrimiento de cosa oscuramente mezclada consigo misma.
¿qué materia desean los ojos y que no pueden ver?
no esta especie de traición a lo largo del pavimento,
la naturaleza criminal que revelan los automóviles,
el taciturno rumor de los objetos manufacturados,
la vacilante verdad de la muchedumbre hacia el ocaso,
los asuntos de esta terrible sociedad que se aplasta al planeta.
¿cuál es la relación de esta escena con el otro orden?
la divinidad está aquí por delegación sombría.
hay un millón de ventanas y cada una padece
su teólogo fracasado ante la única realidad posible
con su correspondiente dolor de cabeza al anochecer.



crimen perfecto


en mis fantasías nocturnas
un cisne blanco
es perpetuamente degollado
por un solo de hacha, exacto.
la operación es pulcra y esquemática,
un modelo de silencio
e instantánea guillotina horizontal
que corta el cuello idealmente
en mitad de la curva inferior.
el agua está inmóvil; el cisne
indiferente al jadeo inmediato del asesino.
partido en dos, se disueve fríamente
como un puñado de nieve, sin rastros
de muerte individual,
ni una sola gota de sangre mancha el sueño
y es la ruptura del despertar
lo que me convierte en destructor especulativo
impune y vestido de correcto azul.



libélula


aquí, en el único mundo posible,
sin disponer de otra luz
y agonizando por ella, combatí
para no caer en mi cono de sombra
buscando incesante
una ventana hacia el sentido.
esta libélula, con sus hélices
desesperadas, entró por error
en la habitación y ahora
se debate contra el vidrio
para colmar su cruda necesidad de sol.
allá espera su única mañana posible
en la que sin embargo sonará
como el real zumbido de una vida intermitente.



crónica de la columna vertebral


para levantar las pirámides
doscientos mil hombres, a lo largo
de tres generaciones, cargaron y arrastraron
millones de tonelada de piedra.
dos imágenes de restos óseos
revelan el costo de las obras:
la columna vertebral de los obreros
aparece curvada en dos secciones,
muestra fisuras, bordes corroídos,
luxaciones, agobio eterno.
la de los farones, sacerdotes y altos
funcionarios, se ven erguidas
y frescas como recién nacidas.
después de 4.000 años,
vértebra sobre vértebra, crujido a crujido,
el espinazo innumerable
sigue cargando el peso
del sueño y la podedumbre de los señores.



amantes en la noche


nos amamos y apagamos el televisor
como negando la realidad. pero el mundo
insiste en sus convicciones o las busca
por motivos que ignoramos o acaso
porque el crimen debe seguir su curso.
desde afuera, sus figuras insomnes
presionan contra las paredes que nos refugian.
se encarnan en el viento, aullidos
de neumáticos y en las inmediaciones
de todas las cosas, tiroteos
que no resuelven la discordia general.
ahora acumula hojas secas
al pie de las ventanas y desliza
una carta de origen desconocido
por debajo de la puerta.
pero florecemos desnudos en medio de la noche
donde el amor decide por su propia voluntad
y por él sabemos cómo hacer de la historia
un rumoroso escándalo que no nos concierne.



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