11/09/2010

Dios es un astronauta

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Ese hombre con quitasol
petrificado en una calle de Hiroshima
¿de qué quería protegerse?
¿Del resplandor de los mil soles
o de la lluvia radiactiva que caía sobre su cabeza?

Ahora no es más que un puñado de polvo
en el museo de Hiroshima
sólo leyenda en la memoria del mundo.

Y nosotros
somos aún menos que eso:
estatuas de ceniza en las calles de Hiroshima.

Sin quitasol
sin leyenda
sin Hiroshima.
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