9/21/2010

privilegios del sistema




el mar. azul. al principio no. al principio es más bien amarillo. cenizo, diría... aunque tampoco es cenizo. blanco, quizás. blanco no quiere decir transparente. blanco. pero luego, casi también al principio, se vuelve gris. gris, por un rato. y después, oscuro. lleno de surcos todavía más oscuros. rajaduras dentro del agua. quizás sean las olas. o no: sólo espejismos del agua, y el sol. si fueran olas llegarían a la costa. es decir, a la arena. pero no hay olas. solamente, el agua. que golpea, casi torpe, la tierra. pero no la golpea. si la golpeara se oiría algún ruido. hay silencio. solamente el agua, tocando la tierra. sin golpearla. llega, blanca, no transparente, la toca, torpemente, y se aleja. no es la tierra: es la arena. cuando el agua sube, sin olas, la arena quizás suelte un ruido. satisfecha. desde aquí no oigo nada. el agua sube, pero no se ve bajar. la arena la absorbe. por debajo vuelve al mar... y, más allá, ya no es gris, sino pardusco. muy obscuro. casi negro. hasta que al fin, efectivamente, es negro. pero ya es muy alto. se une con el cielo. los dos, por separado, no se pueden distinguir. así que entonces, mirando fijamente, nunca es azul...
.
.
.



.
.
decido no mirarlo, seguir, sencillamente, contemplando la claridad, oyendo el ruido del motor que avanza por la carretera reverberante, que cruza ya por los charcos inexistentes, divisando allá, al final, al dinosaurio que desaparece en cuanto nos acercamos. pobre bestia, ni siquiera ella me causa ya el menor espanto, la menor sorpresa. ahí está, haciendo piruetas, parándose en una de sus patas carcomidas. ahí está, trantando de aterrorizarme. pobre bestia, tambié ella se ha convertido en algo ineficaz. cuando pasamos a toda velocidad por su lado, puedo sentir el rechinar de sus huesos. pobre animal, oigo ahora cómo se desgañita, cómo brama a un costado del mar. pobre animal, lo miro impávida. lo miro, y enciendo un cigarro; lo miro y dejo exhalar el humo; lo miro y poco falta para que el ofrezca un cigarro. Pobre animal. Ahora lo veo hacer mil movimientos incoherentes. salta enloquecido de uno a otro extremo de la carretera, suplica mi atención. pobre animal; lo oigo bramar, y fumo; lo oigo llamarme enloquecido, y fumo. lo veo aboliéndose con una carcajada de locura, y fumo; lo veo ahora dando cabezazos contra el pavimiento; lo veo ahora saltando, alzándose sobre sus patas traseras, piafando, abriendo la boca y soltando su lengua de fuego. lo veo así, resolviéndose en fuego, parado solamente en una pata, y fumo. finalmente, va disolviéndose. cuando nuevamente pasamos como un bólido por donde él se encuentra, no es más que una pequeña columna de humo que se difumina en seguida sobre la superficie casi plana del mar...
.
.
.

No hay comentarios: