8/19/2008


No sé si era su hija. El hombre
aplastado agarraba la mano de una niña,
o puede que la niña fuese
la que tenía cogida la mano de aquel hombre,
ahora ya tan rígida tan apretada y fría.
Vendrán para cortarle los dedos uno a uno.
Amputarle la mano tal vez sería más sencillo,
pero imagínense una niña huyendo
con una mano ensangrentada
prendida de la suya.
Vendrán con instrumentos
de cirujano a liberarla y ella
atenderá, absorta,
el charquito de orina y sangre
que se extiende hasta sus pies.
Piensa que es una pena
no llevar puestas las botas de agua
y que se extiende hasta sus pies.
Piensa que es una pena no llevar puestas las botas de agua
y que no siempre es cierto que los charcos
se forman con la lluvia.





En la esquina de enfrente,
desde una ventana situada
justo encima del cine
cae una media negra.
Una media de seda- ¿o es de nailon?-
negra como una despedida
cae sobre el cartel que anuncia
La muerte de un viajante de comercio.


Matar a Platón, Tusquets, 2004.

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