2/11/2019

Días después del diluvio. Daniel Freidemberg.

















Prólogo. Una cita y cinco autores inmiscuidos: "Esta gente es incapaz de entender lo inesperado." ¿Qué gente es esa? ¿Quiénes estamos descritos en esa línea? La escritura y sus contextos: la generación de los Sesenta en Argentina: "surrealismo y un transfondo tanguero, todo envuelto en cierta rebeldía existencial y política". El golpe de Estado de 1976, la alteración del orden y la imposición de la violencia, las desapariciones forzadas y la muerte. "No había de qué ni para qué escribir... ni la palabra tenía sentido ni ninguna otra cosa, salvo sobrevivir." "Si las palabras habían perdido todo sentido, toda resonancia, si ninguna valía casi nada ni había casi nada que valiera la pena decir, cada poema era el resultado del intento de ver qué palabras podía encontrar que tuviesen un valor aunque fuera mínimo, que no mintieran, que no falsearan, que no agregaran más silencio al silencio o más ruido al ruido." (Freidemberg). Las posibles crónicas de esa crisis. La materialidad discursiva y sus despojos. La energía y el valor para realizar ese intento. Negar la evasión: "Ya nadie hace preguntas porque / las respuestas son intolerables."



De Diario de la crisis. La incertidumbre, el terror de lo que se entreve. Las figuraciones. El rumor de ese tren nocturno que transporta miles de cadáveres. La confusión de los testimonios. Los eufemismos. 




no son ya gaviotas las que rondan
las que gritan no son gaviotas. 





La duda sobre la realidad y los medios para representarla. La incapacidad de las palabras y de la narración. La pobre certeza del propio cuerpo, su masa, su calidad de objeto. La cotidianidad se observa desde un sitio lejano: una vidriera que muestra la rutina y sus peligros, la incomodidad y el miedo. La doblez de la historia: lo que es, lo que debería ser y lo que desconocemos o deseamos ignorar. El país y el hogar son territorios imposibles de habitar. Los ruidos, los animales y objetos antes inofensivos son ahora parte de lo violento. Lo extraño y la inminencia.




En caso de que

Si rompen la puerta, si
con un golpe inconfundible y preciso
la echan a bajo y
se oye a mi hijo llorar
¿Qué va a entrar? ¿El
invierno (hojas -de plátano o de un
viejo diario- incluidas)? ¿El
silencio eterno de los espacios infinitos?
¿Santos marchando acudirán? ¿La lluvia acaso y
tiemblen las cortinas?
Y si, supongamos que ocurre, la rompen y
el visitante parpadea, dice "perdón",
se quita el sombrero, "estaba equivocado"?
Habría que hacerle pagar entonces los
daños, exigirle una explicación
por el flagrante incumplimiento de
lo que esperábamos de él yo y la historia. 






De Lo espero real. Las ficciones que produce el desencanto. Los instantes en que la paz es un hueso recién desenterrado de las fosas comunes. Las reflexiones sobre lo sucedido y las propias responsabilidades. El ruido de un sitio luego de sacar los muebles, las banderas, los uniformes.



Lo espeso real


Ahora que fuimos expulsados,
gracias a Dios, del Paraíso,
se largó a llover
un agua débil que se alarga
en redes de grisura y música.
"Esto" dijiste "no debía ser así"
pero es así. Más que
maneras de filtrar la luz, más que
armarle al alma un orden suave
de lo que se presenta ¿pasos?
¿algo así como pasos? ¿un
                     lento acercarse
del fondo de la materia a los ojos?
¿a algo que mira detrás de los ojos? "Ya
no vamos a volver", te dije, pensaba "esta es mi casa",
"lo que se mueve -pensé- afuera y adentro es lo mismo".
"Estás pensando demasiado", dijiste, y mirabas
esa otra agua, la de mis palabras,
también cayendo, quebrándose también
contra la piedra de todas las cosas,
ni transparente agua ni opaca, agua de aire confuso. 




La imagen del destierro: una pareja tomada de la mano se aleja del Edén convertido en escombros. El deseo y la prohibición del retorno. Los diálogos, la memoria y la mitología. La opacidad, el agua revuelta de la amargura. La distancia entre las palabras -el ritmo que las estructura- el tiempo y el desgaste de los objetos.  Cuando los polos se tocan se convierten en una materia oscura, intratable, llena de pelos. Freidemberg busca el modo de nombrar la consistencia de la realidad. No huye, no cierra los ojos, no embellece ni engaña.



Y aquellos seis
puntos negros en
el muro, son 
marcas de balazos
aunque parezcan aves
volando sobre un cielo gris.




El ruido de lo real: los motores. La certeza y su falta de conclusión: "algo estaba y ya no". Ese vacío y el significado que desplaza. La imposibilidad de mantenerse inmóvil, la luz sobre el agua estancada. La luz sobre piezas que creíamos inexistentes. El resurgimiento -contra toda lógica- de la esperanza y de momentos de placer y gozo. El desconcierto ante el reinicio de los mecanismos del lenguaje. 




Días después del diluvio, cuando
las tierras se distinguían ya del agua, fui
a caminar junto a la carretera, y
un auto pasó
lleno de gente muy alegre y
me cubrió de tierra, y
yo estaba adentro y afuera al mismo tiempo y
me preguntaba a quién decía adiós. 




De Cantos en la mañana vil. No la música de las esferas. No la metafísica. "Algo se ha roto o nunca estuvo, ¿era el alma?" Lo concreto: cáscaras de melón, un ascensor, las llaves, los autos, los malentendidos que ocurren gracias al teléfono, "las ventajas de la mala traducción", revistas de fútbol y una afirmación que contrapuntea: "No hay nada más que cosas, no hay nada". La existencia: una pared que delimita el afuera y el adentro. Palabras que testimonian en tiempos tranquilos el desasosiego. 




Pura literatura: nombres
que se dan las cosas 
para ser.
      La vieja que
sale con un perro: literatura
costumbrista, el ave:
literatura arcaica.
Los ruidos del mundo: el terror. 





De En la resaca. Ritornello. La superficie de la desesperanza. No soltar los hilos de la historia. Afrontar que existió y existe un raudal de fracasos. 




Mayo

Ahora que fuimos arrojados,
gracias a Dios, del Paraíso,
vemos pasar dos autos (uno
celeste, uno negro), una
                  camioneta roja, una
enorme hoja de diario, arrastrada
                     por un viento real
y, a nuestros pies, un bicho color tabaco
en el instante mismo de entrar en la muerte.
Señor por qué me abandonaste (...) Porque
Yo no existo. Anoche, en medio del
                               chasquear de la lluvia,
bajos eléctricos y percusiones y gritos:
parece una despedida, te dije, de qué.
Como empujado por los aires del mundo, el 
                                            pedazo de diario
cruzó la calle. Ahora, quieto contra una pared,
                          no significa nada. Vemos también
plumas de ave gris, una lata, agua que el aire hace temblar.





El ruido antes apaciguador de la lluvia, se convierte en alerta. Alarma. Un diario que se desdobla en lo personal y lo comunitario. Esa música para algunos será de fiesta y para otros de luto. El envoltorio de plástico sobre un cuerpo que se puede oler, tocar, pero que no está. Una fecha, un mes que está en el calendario pero que se anula. Un gran objeto que en las avenidas desaparece.




Mayo (IX)


Ya no está: envoltorios
                                  quedan, ni para
poemas objetivistas sirven, ni para ready mades,
ningún enigma, lo que no está no está, se
                               consumió, consumido fue
por el consumo: no hay -nada- ¿o qué
son - esos - noséquécosa? - ¿algo - más
que nada? - Ni para que les - camine una mosca,
como en un poema de Giannuzzi.
                            Giannuzzi se murió y una mosca
habrá tenido que le camine la calva, es decir
                                           es decir, otra vez nada.




Se consumió consumido por el consumo. El mercado: la experiencia más alta y poderosa de lo humano. Fondos fantasma. Inversiones sobre inversiones que no son. Burbujas y catástrofes financieras. Ni Freidemberg ni Giannuzzi tendrán moscas ni calvas ni moscas para decir. La intemperie: paisajes de pasto y basura. Ruinas a la venta. 




Enero


Negras las
bolsas de plástico, y
rotas
           para sacar algo 
que quién sabe si estaba. 





Un diario personal de la enfermedad. Anotaciones y testimonios -confusos- del malestar del padre. Freidemberg escribe de la incomunicación e incomprensión larga. 




No puedo decir, en realidad,
de qué hablábamos. Las manos en el volante, el tambalear
de toda la chata al salir del asfalto. Eso que miro
con tubos en la nariz, es mi padre, tratando
de decir algo, ¿a quién? ¿a mí?, la frente, las sienes
iguales a las del espejo, una enorme carne pálida. 





La distancia. No la compasión, no la hipocresía de quién prepara un artificio literario y después pretende ser sincero y sensible. Antes de la confesión, el quehacer y el oficio al componer el equilibrio entre las imágenes y su eufonía. 







De Materiales.  Vigor. Herrumbre. 




XIX

real es
lo que
resiste:

un
paso, dos
atrás:

limpiar las
cosas
de tu pensamiento
percutiendo en las cosas

¿ese ruido son las cosas?






Epílogo. Freidemberg: Poética del no-llegar-a-decir, de la materialidad de la experiencia, de la construcción del sentido, del fracaso del lenguaje humano. Rasgos de la poesía de Freidemberg: despojamiento, meticulosidad, distancia respecto a lo sentimental y lo lírico, enrarecimiento y desnaturalización del discurso al exhibir sus procedimientos propios. La poesía de Freidemberg: la tentativa del quiebre y la inestabilidad. 







Daniel Freidemberg.
Días después del diluvio. Antología Poética.
Prólogo de Jonio González.
Selección de Aníbal Cristobo.
Epílogo de Diego Bentivegna. 


















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